21 feb 2023

Tiempo de cuaresma: tiempo propicio para cambiar el corazón

En el centro de nuestra fe está la persona de Jesucristo, muerto y resucitado para nuestra salvación. Este es el kerigma primero, es decir, el primer anuncio que define a la comunidad de los primeros testigos de Jesús Resucitado. En el libro de los Hechos de los Apóstoles 2: 32 podemos leer: Y este Jesús, Dios lo resucitó y todos nosotros somos testigos.

En base a esa experiencia fundante, los cristianos de la primera hora, la Comunidad pospasucal, estructuró su vida de culto en torno a la Resurrección.

Los acontecimientos que se desencadenaron en la vida de Jesús de Nazareth, que culminan en su muerte y resurrección, acontecieron alrededor de la Pascua hebrea. La Pascua judía hace memoria de la liberación del pueblo de la esclavitud, la Pascua cristiana profundiza el sentido de la libertad y amplía el horizonte mediante la salvación ofrecida en Jesucristo, salvación del pecado y de la muerte, salvación que nos hace partícipes de la naturaleza divina (Cf. 2 Pedro 1:4).

Para celebrar el misterio pascual, es decir, la muerte y la resurrección de Jesucristo y su relación con los discípulos además del acento en el partir el pan las primeras comunidades profundizaron el sentido del bautismo como experiencia personal de morir y resucitar con y en Cristo (Cf. Romanos 6: 1 – 11). En el bautismo damos muerte al hombre viejo y dejamos que por la acción de Dios emerja el hombre nuevo. El bautismo se transformó en un elemento central en la vida del discípulo y de la Comunidad cristiana.

Según la Tradición Apostólica de Hipólito, del siglo III, entre otros testimonios, la preparación al bautismo (catecumenado), podía durar por lo menos tres años. El bautismo, propiamente, acontecía en la noche de la Vigilia pascual, Culto que se constituyó en el más importante del incipiente calendario litúrgico.

El catecumenado tenía cuatro grandes etapas. Inicialmente, la Admisión de los candidatos. Posteriormente, el período de la instrucción con fuerte acento bíblico. Luego, iniciando la preparación próxima en la Cuaresma, la celebración sacramental (Bautismo, Confirmación, Eucaristía). Finalmente, las instrucciones posbautismales (mistagógicas).

La Cuaresma tiene sus orígenes en la preparación próxima a la celebración del bautismo durante la Vigilia pascual. Por eso, es necesario profundizar el sentido de la Cuaresma y del bautismo. Probablemente, muchos de nosotros hemos sido bautizados hace ya algún tiempo, por eso, cada vez más no se trata sólo de bautizar a los convertidos sino de convertir a los ya bautizados. Es decir, profundizar nuestro seguimiento y adhesión radical a la persona de Jesucristo. 

En este marco, surge el rito de imposición de cenizas. En su origen, en el proceso de preparación a la gran celebración de la Vigilia pascual, el gran culto del anuncio de la victoria de la vida sobre la muerte, la imposición de cenizas se realizaba a aquellos que deseaban confesar sus pecados el jueves de la semana santa y en dicho camino las cenizas expresaban su deseo de conversión y transformación interior. Muchos de éstos pasaban a formar parte del Orden de los penitentes.

En nuestro tiempo, con un marco simbólico distinto y en contextos culturales muy diferentes no perdamos lo esencial. Primero, la centralidad del misterio pascual y su celebración durante la semana santa. Segundo, saber que somos personas en proceso, en camino, no somos perfectos o acabados, en este sentido la Cuaresma como tiempo fuerte de la Iglesia nos ayuda a mirar nuestra interioridad y cambiar el corazón para transformarlo como diría el Profeta de un corazón de piedra en un corazón de carne (Cf. Ezequiel 11:19-20). Finalmente, que el rito de imposición de cenizas nos implique y exprese nuestro deseo efectivo de querer transformar nuestra vida, no meramente como una expresión simbólica de nuestra religiosidad sino como expresión de nuestra adhesión y seguimiento a aquel que entregó su vida y Dios lo resucitó de entre los muertos.

¡Bendecido Tiempo de Cuaresma!

Revdo. Canónigo Ariel Irrazábal

11 feb 2023

Jesús y la Ley – Comentario a Mateo 5: 21 – 37

            El texto del Evangelio que nos ha sido proclamado este domingo nos brinda en las palabras de Jesús no sólo el cumplimiento del Primer Testamento, sino que, de alguna manera, una ruptura, una superación al profundizar su contenido.

En el evangelio se explicita que la Ley debe pasar por el cribo, por el prisma, de las palabras y las acciones de Jesús. Las sentencias tienen una misma estructura: Han oído que se dijo – Pero Yo les digo. Jesús por sus palabras y por sus acciones transforma la Ley por su autoridad y su mensaje resignifica las relaciones entre iguales, entre superiores e inferiores (varón/mujer) y con Dios. En 5: 21-26 el tema es matar versus herir con palabras al otro, la ley prohibía quitar la vida al hermano, pero los homicidios ocurrían de igual manera y los asesinos llegaban con sus ofrendas al templo para purificarse de su pecado. Jesús no sólo prohíbe matar, sino que prohíbe herirlo al hablar y enseña que es necesario buscar la reconciliación con la víctima de la ofensa en lugar de buscar el perdón de Dios a través de la ofrenda. En 5: 27-32 el tema es el adulterio. La ley culpabilizaba de adulterio siempre a la mujer, aún si sólo hubiera sido encontrada hablando en la calle con un varón. La ley amparaba al varón y éste podía repudiarla y volver a tomar esposa. Jesús revierte esta dinámica y pone la responsabilidad sobre el varón defendiendo a la mujer que quedaba expuesta y vulnerable ante esta norma. El último tema que trata en 5: 33-37 es la autenticidad en el actuar, cuando digas sí o cuando digas no que así sea. La ley prohibía jurar, pero permitía juramentos a Dios. Jesús enseña que cuando se vive en consonancia y coherencia entre lo que se cree y se practica no hacen falta los juramentos… mucho menos a Dios.

            En la medida en que con su autoridad Jesús dice Yo les digo está enfáticamente ofreciendo una nueva manera de relacionarnos con Dios y con los otros. Por lo tanto, decirnos cristianos, y quedarnos aferrados, estancados, presos en expresiones, versículos, prácticas rituales, etc., del Antiguo Testamento es, en cierto sentido, restrictivo en relación al seguimiento del Dios que se auto-comunica en la persona de Jesús de Nazareth y nos convoca a vivir una vida plena, digna y feliz.

 

Rev. Can. Ariel Irrazábal

arieli@anglicana.org.ar

28 may 2022

Primeros pasos del anglicanismo en Argentina

Por el Revdo Ariel Irrazábal

arieli@anglicana.org.ar

Introducción

El presente texto analizará, especialmente, mediante cinco pasos el proceso incipiente de la Iglesia Anglicana en lo que hoy conocemos como Argentina.

Los cinco momentos que transito son los siguientes: en primer lugar, hacer una síntesis de la construcción de la Iglesia de Inglaterra. Desde ese marco considerar a la Iglesia de Inglaterra en suelos rioplatenses. Enseguida, en un tercer momento los primeros pasos de la Iglesia con sus ministros y estructuras. Como cuarto paso presento a Allen Francis Gardiner, una figura insoslayable para comprender la acción misionera de la Iglesia en Sudamérica. Finalmente, abordo la cuestión de las misiones a los pueblos originarios.

El objetivo principal del trabajo en navegar en la historia, en una época de construcción, y mediante hechos y personas comprender los elementos fundamentales que configuraron el anglicanismo en Argentina, especialmente en el norte argentino.

El método es narrativo e intencionalmente procura mantener un lenguaje académico pero que no impida su lectura por cualquier persona. La investigación se fundamenta en una base bibliográfica de la historia de la iglesia amplia, incluye autores anglicanos y autores que abordan la historia del cristianismo en general.

Los límites del trabajo son claros. Los temas se presentan de forma concisa, de manera introductoria. Cada punto exige ser profundizado por el lector interesado. El eje conductor que articula las diferentes partes es presentar el modelo anglicano de misión a los pueblos originarios. Hay un énfasis en resaltar figuras que no fueron parte del clero, lo que, de suyo, significa un valor. El lector podrá percibir ejes temáticos importantes y hacerse una idea de algunos jalones que sobresalen en la historia del anglicanismo en Argentina.


1.      Los albores de la Iglesia de Inglaterra

La Reforma inglesa es un proceso genuino y singular que gestada en el crisol del siglo XVI permitió una nueva vivencia del cristianismo y su proyección al futuro. Tiene en John Wyclif, clérigo y teólogo del siglo XIV el antecedente más evidente del proceso de reforma que se desarrollará en Inglaterra. Wyclif tuvo una actividad intelectual intensa, tradujo partes de los textos sagrados al inglés y formó una corriente de pensamiento conocida como “lolardos”. Por su parte, fue el Rey Enrique VIII que mediante el apoyo del Parlamento inglés logró transformarse en la cabeza de la iglesia y del imperio gestando su independencia, la no intervención papal y ofreciendo a sus súbditos un modo específico de rendir culto sin romper la tradición cristiana sin estar en comunión con Roma. Ese paso sería impensado sin la contribución de Thomas Cromwell quien fue el genio pensante que articuló desde la política la relación con la Iglesia, con el Rey Enrique, con el Parlamento y con el Pueblo un sentido de autonomía y nacionalismo que posibilitó las reformas jurídicas necesarias para sustentar las reformas religiosas al modo inglés.

Gestado el proceso de reforma es el arzobispo Thomas Cranmer quien, en cierto sentido, puede ser considerado el padre del anglicanismo sin el peso que puede tener, Lutero para los luteranos., etc. Fue el arquitecto que amalgamó los elementos tradicionales del cristianismo conocidos en el momento con los frutos de la Reforma, aunque influenciado por Calvino y Zwinglio integró al mejor estilo de lo que sucedía en el ámbito académico de Cambridge, las posturas de varios reformadores. Además, transitó el reinado de Enrique, Eduardo y María. En este último fue condenado a la hoguera. Finalmente, la Reina Elizabeth fue la persona que restauro y consolidó el proceso de reforma inglesa. Su prolongado reinado dio estabilidad para enfrentar las crisis y permitir la estabilidad necesaria para que la Reforma se encarnara definitivamente en Inglaterra.


2.      La Iglesia de Inglaterra en suelos rioplatenses

El Tratado de Amistad, Comercio y Navegación del 2 de febrero de 1825 entre los dominios de Su Majestad Británica y los territorios de las Provincias Unidas del Río de la Plata genera un nuevo marco de relación y un nuevo marco para la expresión religiosa de los británicos en tierras americanas.

Reza el Artículo 12:

Los súbditos de S. M. B. residentes en las Provincias Unidas del Río de la Plata no serán inquietados, perseguidos ni molestados por razón de su religión, más gozarán de una perfecta libertad de conciencia en ellas; celebrando el oficio divino, ya dentro sus propias casas, o en sus propias y particulares iglesias o capillas, las que estarán facultadas para edificar y mantener en los sitios convenientes, que sean aprobados por el Gobierno de dichas Provincias Unidas: también será permitido enterrar a los súbditos de S. M. B. que murieren en los territorios de dichas Provincias Unidas, en sus propios cementerios, que podrán del mismo modo libremente establecer y mantener[1].

 

Con este nuevo marco, que es recíproco, es decir que los ciudadanos de las dichas Provincias Unidas gozarán en todos los mismos derechos en los dominios de S. M. B, se abre la posibilidad de la presencia de misioneros.

A propósito de este hecho comenta el Reverendo David George.

Por lo tanto, el Tratado estableció la Iglesia anglicana como la primera comunidad cristiana no católica del país. Claramente, el artículo 12 refleja las actitudes liberales y progresistas que informaban el pensamiento de la época de Rivadavia, y sus amplios criterios que ampararon tanto a anglicanos como a los presbiterianos escoceses, aunque también algunos protestantes alemanes se sumaron y empezaron a asistir a los cultos en el nuevo templo de San Juan Bautista, edificado en 1831… Sin embargo, el artículo no menciona la cuestión de los casamientos por iglesia, ni autoriza al clero anglicano a celebrar las bodas en sus templos. Aunque generoso en sus estipulaciones religiosas para la comunidad extranjera, el artículo no contemplaba ningún tipo de proselitismo y mucho menos un matrimonio del tipo que hoy en día se denomina “mixto”[2].

 

El horizonte de posibilidades y límites queda establecido. Inclusive, el conflicto paradigmático por una boda aconteció en 1832 cuando un joven anglicano de Liverpool se casó con una joven católica de la alta sociedad porteña. El desenlace fue una multa y prisión al pastor norteamericano presbiteriano que ofició la boda, prisión al esposo que recusó convertirse al catolicismo y reclusión a la esposa en la Santa Casa de Ejercicios Espirituales. Cabe mencionar que anterior al Tratado se registran historias similares.

 

3.      Los primeros pasos

Bajo el reinado de Elizabeth un acontecimiento singular aconteció en lo que hoy conocemos como Argentina. Inclusive, cabe ser dicho, que es un acontecimiento desconocido por muchos historiadores quienes acostumbran a colocar el primer culto anglicano en 1824. Por lo tanto,

En este tiempo, mientas la reina –“Suprema Gobernadora de la Iglesia de Inglaterra”– mostraba su temple firme, y al jefe espiritual de la nación se le había quitado el poder, en las remotas aguas del Atlántico del Sur y más precisamente en el año 1578, se llevaba a cabo la primera celebración litúrgica de lo que un día llegaría a llamarse la Iglesia anglicana en un lugar que con los siglos, se convertiría en territorio argentino[3].

 

Hecha esta salvedad nos detenemos en presentar los primeros pasos de la Iglesia anglicana. Sigamos lo que menciona Pablo Deiros:

El primer pastor anglicano residente en Argentina, John Armstrong, se radicó en Buenos Aires en 1825. Venía procedente de Honduras Británicas… sirvió como Capellán de la colectividad británica hasta 1845, cuando se trasladó a Montevideo, quedando su hijo en su lugar. Los anglicanos gozaron de la simpatía del pueblo y las autoridades, en razón de que no se propusieron la evangelización de los católicos. Su labor misionera se orientó hacia los indígenas, la fundación de escuelas y al servicio de la comunidad británica[4].

 

Hay que destacar que además de la atención pastoral a los británicos residentes hay un paso significativo en la misión a los pueblos originarios, sobre este particular me referiré más adelante. Ahora, profundicemos en la figura del Reverendo Armstrong.

Comenta el Reverendo George,

No cabe duda de que el primer capellán nombrado bajo las provisiones del acta de Capellanía Consultar era un hombre destacado que gozaba de la estima de su grey. En primer lugar, Armstrong era representante de una sociedad misionera (Sociedad para la Promoción del Conocimiento Cristiano – SPCK), encargado de la distribución de biblias, viajando en un continente tradicionalmente católico-romano y privado de su mujer y familia, a los que había dejado en Inglaterra.

Para 1871 se registra que 10.533 súbitos británicos vivían en el país, 6.000 de ellos en zonas rurales. En 1869 se consagró al primer obispo de las Islas Malvinas quien estableció su autoridad en su diócesis. En 1875 se revocó el Acta de Capellanía Consular y con ello llegaron empresas y empleados provenientes del Reino Unido[5].


4.      Allen Francis Gardiner

Algunos definen al Capitán Gardiner como un soñador incansable, probablemente sea una adjetivación adecuada. Gardiner, en palabras de Deiros, “fue uno de los misioneros más intrépidos y tenaces que actuaron en el continente, a pesar de todos sus esfuerzos terminaron en frustración y el mismo acabó su vida en forma trágica”[6]. Justo Gonzales presenta sintéticamente a esta figura singular de la siguiente manera:

El primer anglicano que trabajó como misionero en la América Latina fue Allen Gardiner. Este era un capitán de la marina británica que había visitado Chile en el año 1822 y había comenzado a interesarse en el trabajo misionero en aquel lugar. Su obra comenzó entre los araucanos en 1838, pero cuatro años más tarde decidió dedicarse a trabajar en Tierra del Fuego… El barco que debía venir seis meses después con nuevas provisiones nunca llegó, y cuando algunos meses más tarde otro navío fue en busca de ellos encontró que habían muerto de hambre.

El capitán Gardiner había logrado fundar en Inglaterra una “Sociedad misionera patagónica” (luego llevó el nombre de Sociedad Misionera Sudamericana – SAMS) … Además, y cumpliendo el proyecto de Gardiner, en 1863 se estableció en las Islas Malvinas el sacerdote anglicano Stirling, quien seis años después fue consagrado obispo de esas islas. A partir de allí Stirling y los suyos organizaron numerosas misiones a los indios de la argentina. Al mismo tiempo había un activo trabajo entre los inmigrantes de origen anglicano[7].

 

Esta larga cita nos brinda un panorama excepcional. Por una parte, se reconoce en Gardiner, quien había nacido en 1794, un celo por el evangelio y la misión. En este sentido, probablemente, su familia había sido influenciada por el movimiento de John Wesley. Su deseo de predicar y propagar el evangelio puso en su corazón el deseo de las misiones lo que lo llevó a África del Sur, Nueva Guinea, a las islas del Archipiélago índico, Chile, Bolivia, Perú y Argentina.  

Comenta George refiriéndose a Gardiner,

Tal vez en la tradición universal de la Iglesia podríamos incluirlo en esa lista de los “santos locos”, cuyas vidas desafían la comodidad, la timidez y la indolencia de cristianos más convencionales. Gardiner escribió su propio epitafio el 4 de julio de 1851, dos meses antes de morir en Puerto Español: “Oro para que el Señor mi Dios sea glorificado en mí, en cualquier cosa que nos ocurra en la vida o en la muerte”[8].

 

Figuras como la de Gardiner continúan provocando a la Iglesia a salir de su lugar de confort y ser efectivamente signo del Reino de Dios al interior de la historia.


5.      Misión a los pueblos originarios

Me acerco a un punto muy específico de este texto, hemos considerado los inicios de la reforma en Inglaterra, los albores del anglicanismo en Argentina, hemos destacado la figura de Allen Gardiner. Ahora profundizo un aspecto, hago una suerte de recorte, en lo que llamaré la misión a los pueblos originarios. Iniciaré considerando un marco global que nos brinda el encuadre general de la presencia anglicana entre los pueblos indígenas.

En 1911, año que prácticamente marcó el fin de la misión en Tierra del Fuego, la Iglesia anglicana volvió a hacer contactos con indígenas argentinos, pero en la otra punta del país: el Chaco… Barbrooke Grubb se puso a trabajar metódicamente con un equipo de misioneros experimentados, con la colaboración de la empresa inglesa azucarera, Leach Hnos, que empleaba a los indígenas en la cosecha. Tuvo la asistencia de un capellán, el Rvdo. H.T. Morrey Jones, quien pastoreaba la comunidad inglesa en Jujuy. El equipo se dedicó a un largo período de preparación, y se concentró en el pueblo wichí (antes conocido como “mataco”), por ser éste numeroso y completamente pagano[9].

 Grubb de trasfondo anglicano evangélico, junto a los otros misioneros, tomó tiempo para dominar el idioma y conocer la cultura de la tribu, comprender su cosmovisión. Para 1918 cerca de 150 personas vivían en Algarrobal, en el recinto misionero. “Bajo la supervisión de los misioneros, los Wichí aprendieron nociones de ganadería, carpintería, manejo de carros, arado, cómo cercar, construir casas, cortar y aserrar árboles, curtir y coser el cuero. Las mujeres recibieron instrucción en los trabajos domésticos, lechería y manualidades”[10].

Además, luego de una larga y paciente preparación catequística, ocho conversos fueron bautizados por el obispo Every en 1922, para su mayor alegría en el día mismo de su cumpleaños. El obispo describió su visita a la misión chaqueña como “muy interesante porque nunca me ha tocado ver una misión indígena antes que tuviera una existencia real”… Como era la práctica de aquella época, la conversión y posterior bautismo de los Wichí marcaron el primer paso antes de la plena incorporación en la vida sacramental de la Iglesia…[11].

 

Uno de los compañeros de Grubb fue Hunt, dice:

“Los wichí han aprendido del argentino algunos de los artes de la vida, y saben decir “Dios” y “diablo”. Pero éstos son para ellos nada más que palabras sin significado, nubes sin agua, árboles sin fruta”…

Hunt reconoció la importancia de sentarse con la gente y hacerse su compañero, sin juzgar ni condenarles, pero más bien aprendiendo su forma de pensar y vivir, hablando su idioma, comprendiendo su visión del mundo; y esta perspectiva sostuvo y reforzó la obra de los pioneros. Sentían que Dios le había llamado a demostrar entre los indígenas argentinos el mismo mensaje, las mismas buenas nuevas, que habían impactado tanto las vidas de los Énvet del Paraguay; realmente fue el momento clave en la historia de los wichí. Su amor a la gente, su compañerismo, junto con su dedicación y confianza en Dios, iban a cumplir la resolución de la SAMS del 26 de octubre de 1910[12].

                                     Estas consideraciones muestran el contenido y el método de la acción misionera de los primeros evangelizadores junto a los pueblos originarios. Parece ser que lo determinante es el “estar”. Estar junto a ellos, en sus vivencias y trabajos. No hay un a priori determinante o un objetivo que alcanzar. Es desde la vivencia compartida, “estando”, que sucede la maravilla de la comunicación de la fe. Es una suerte de testimonio pasivo, silencioso, que permite que emerja la presencia ya actuante de Dios. Todo ello gestó que en el momento oportuno se pudiera compartir el texto sagrado en el idioma propio de cada pueblo indígena. La buena noticia del evangelio brota de la vida misma y se hace voz cuando la palabra de la vida humana se encuentra con la Palabra de vida que ofrece Dios e ilumina la historia compartida.

Un resumen extraordinario de la presencia anglicana junto a los indígenas y de cómo sucede el proceso del “estar” para estar en Dios lo comenta el Obispo Anglicano David Leake, hijo de misionero, quien recuerda que sus primeros juegos fueron con niños Tobas, que su primera lengua y cultura fue la Toba en su autobiografía[13] dice de su padre:

Además del aprendizaje práctico de idiomas y la orientación cultural, Alfred también participó en la preparación y construcción de viviendas más permanentes. A diferencia de los compañeros de misión de hoy en día, no tenía estudios lingüísticos y mucho menos un curso de antropología social o misionología. Sin embargo, parece haber estado dotado de una profundidad de sentido común santificado en su enfoque de su trabajo y su identificación con los indios (Traducción libre y dinámica) [14].

               Probablemente aquí radique la especificidad misionera anglicana a los pueblos indígenas. Es una evangelización encarnada en la vida, en sus palabras y en sus silencios. Es una evangelización centrada en la cercanía de Dios mediante la cotidianidad. Si de alguna manera se puede distinguir teológicamente entre ser y estar, aquí, el rasgo que se comunica vivencialmente de Dios es de un Dios que está, que acampa con su pueblo, que hace su morada en medio de ellos. El misterio de la cercanía de Dios acontece en la cercanía mediada por la presencia del otro.

 

Conclusiones

1.    La Iglesia de Inglaterra tiene un proceso singular en su génesis y configuración. Cinco figuras merecen ser mencionadas de manera especial. De entre estas cinco algunas aportaron elementos políticos, otros teológicos, otros espirituales. Pero, ciertamente la Iglesia de Inglaterra no sería tal sin la Reina Elizabeth. Fue bajo su reinado que se celebró el primer culto según el orden del Libro de Oración Común en lo que hoy conocemos por Argentina.

2.  El Tratado de Amistad, Comercio y Navegación del 2 de febrero de 1825 entre los dominios de Su Majestad Británica y los territorios de las Provincias Unidas del Río de la Plata genera un nuevo marco de relación internacional y para la expresión religiosa de los británicos en tierras sudamericanas.

3.   El primer pastor anglicano residente en Argentina fue el Reverendo John Armstrong quien se radicó en Buenos Aires en 1825. En los comienzos de la presencia anglicana se puede afirmar que gozaban de la simpatía del pueblo y las autoridades, debido a que no se propusieron la evangelización de los católicos. Su labor misionera se orientó hacia los indígenas, la fundación de escuelas y al servicio de la comunidad británica.

4.   Una figura singular es la del Capitán Allen Francis Gardiner. Su fervor misionero, su liderazgo y su capacidad para organizar la Sociedad Misionera Sudamericana (SAMS) significó en primer lugar el comienzo de la presencia evangelizadora entre los pueblos indígenas, pero, en un segundo momento, la posibilidad de recursos de permitieron, efectivamente, la labor misionera y su permanencia en el tiempo. Sin un visionario de esa naturaleza hubiera sido imposible llegar al lugar relevante que la Iglesia Anglicana tiene entre algunos pueblos indígenas del norte argentino.

5.  La misión a los pueblos indígenas, especialmente Wichís y Tobas, es la marca de la presencia evangelizadora anglicana en Argentina. Misión marcada por la cercanía, el aprendizaje del idioma y la traducción de los textos sagrados a los mismos. Desde una teología de la encarnación Dios está en medio del pueblo.

6.    Los caminos continúan abiertos y la historia se sigue construyendo. La historia es un proceso dinámico que alberga en su interior la irrupción de Dios como Señor de la vida y de la historia. No perdamos la oportunidad de ser parte de ella.

Altar de la Iglesia Anglicana de Quilmes

Bibliografía

DEIROS, Pablo A. Historia del cristianismo – El Testimonio Protestante en América latina. Ediciones del Centro, Bs. As., 2012.

GEORGE, David. Historia de la Iglesia Anglicana en Argentina. Ed. Epifanía, Bs. As. 2010.

GONZALES, Justo L. Historia de las misiones. Editorial La Aurora, Bs. As., 1970.

LEAKE, David. Under and algarrobo tree. Loxwood Press, Worthing, 2012.

LUNT, Roberto. Cien años de la misión anglicana en el norte argentino. 1911 – 2011. Un motivo para celebrar. Edición: Diócesis de la Iglesia Anglicana en el Norte Argentino. Salta, 2011.



[2] GEORGE, David. Historia de la Iglesia Anglicana en Argentina. Ed. Epifanía, Bs. As. 2010, 10 – 11.

[3] GEORGE, David. Historia de la Iglesia Anglicana en Argentina. Ed. Epifanía, Bs. As., 2010, 7.

[4] DEIROS, Pablo A. Historia del cristianismo – El Testimonio Protestante en América latina. Ediciones del Centro, Bs. As., 2012, 130.

[5] GEORGE, David. Historia de la Iglesia Anglicana en Argentina. Ed. Epifanía, Bs. As., 2010, 16.

[6] DEIROS, Pablo A. Historia del cristianismo – El Testimonio Protestante en América latina. Ediciones del Centro, Bs. As., 2012, 130.

[7] GONZALES, Justo L. Historia de las misiones. Editorial La Aurora, Bs. As., 1970, 336 – 337.

[8] GEORGE, David. Historia de la Iglesia Anglicana en Argentina. Ed. Epifanía, Bs. As., 2010, 25.

[9] GEORGE, David. Historia de la Iglesia Anglicana en Argentina. Ed. Epifanía, Bs. As., 2010, 68.

[10] GEORGE, David. Historia de la Iglesia Anglicana en Argentina. Ed. Epifanía, Bs. As., 2010, 70.

[11] GEORGE, David. Historia de la Iglesia Anglicana en Argentina. Ed. Epifanía, Bs. As., 2010, 70.

[12] LUNT, Roberto. Cien años de la misión anglicana en el norte argentino. 1911 – 2011. Un motivo para celebrar. Edición: Diócesis de la Iglesia Anglicana en el Norte Argentino. Salta, 2011, 17 – 18.

[13] LEAKE, David. Under and algarrobo tree. Loxwood Press, Worthing, 2012, 26.

[14] Alongside hands-on language learning and cultural orientation, Alfred was also involved in the preparation and building of more permanent dwellings. Unlike modern-day mission partners, he had no linguistic studies and much less a course in social anthropology or missiology. Yet he seems to have been endowed with a depth of sanctified common sense in his approach to his work and his identification with the Indians

16 mar 2022

Sobre el sentido de la Cuaresma - About the significance of Lent

Por el Rev. Ariel Irrazábal

En el centro de nuestra fe está la persona de Jesucristo, muerto y resucitado para nuestra salvación. Este es el kerigma primero, es decir, el primer anuncio que define a la comunidad de los primeros testigos de Jesús Resucitado. En el libro de los Hechos de los Apóstoles 2: 32 podemos leer: Y este Jesús, Dios lo resucitó y todos nosotros somos testigos.

En base a esa experiencia fundante, los cristianos de la primera hora estructuraron su vida de culto en torno a la Resurrección. Los acontecimientos que se desencadenaron en la vida de Jesús de Nazareth, que culminan en su muerte y resurrección, acontecieron alrededor de la Pascua hebrea.

La Pascua judía hace memoria de la liberación del pueblo de la esclavitud, la Pascua cristiana profundiza el sentido de la libertad y amplía el horizonte mediante la salvación ofrecida en Jesucristo, salvación del pecado y de la muerte, salvación que nos hace partícipes de la naturaleza divina (Cf. 2 Pedro 1:4).

Para celebrar el misterio pascual, es decir, la muerte y la resurrección de Jesucristo y su relación con los discípulos además del acento en el partir el pan las primeras comunidades profundizaron el sentido del bautismo como experiencia personal de morir y resucitar con y en Cristo (Cf. Romanos 6: 1 – 11). En el bautismo damos muerte al hombre viejo y dejamos que por la acción de Dios emerja el hombre nuevo. El bautismo se transformó en un elemento central en la vida del discípulo y de la Comunidad cristiana.

Según la Tradición Apostólica de Hipólito, del siglo III, entre otros testimonios, la preparación al bautismo (catecumenado), podía durar por lo menos tres años. El bautismo, propiamente, acontecía en la noche de la Vigilia pascual, Culto que se constituyó en el más importante del incipiente calendario litúrgico.

El catecumenado tenía cuatro grandes etapas. Inicialmente, la Admisión de los candidatos. Posteriormente, el período de la instrucción con fuerte acento bíblico. Luego, iniciando la preparación próxima en la Cuaresma, la celebración sacramental (Bautismo, Confinación, Eucaristía). Finalmente, las instrucciones post bautismales (mistagógicas).

La Cuaresma tiene sus orígenes en la preparación próxima a la celebración del bautismo durante la Vigilia pascual. Por eso, es necesario profundizar el sentido de la Cuaresma y del bautismo. Probablemente, muchos de nosotros hemos sido bautizados hace ya algún tiempo, por eso, cada vez más no se trata sólo de bautizar a los convertidos sino de convertir a los ya bautizados. Es decir, profundizar nuestro seguimiento y adhesión radical a la persona de Jesucristo. 

En tiempos de conflictos, de enfrentamientos globales, en los que se destacan las guerras y la pandemia, se hace necesario redescubrir el sentido de nuestro bautismo como experiencia de conversión, discipulado y misión. De compromiso con la vida y la justicia que brota de Dios, como proclamación de la fe, la esperanza y el amor.

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At the heart of our faith is the person of Jesus Christ, who died and rose for our salvation. This is the fundamental kerygma, that is, the first announcement defining the community of the first witnesses to the Resurrected Jesus. In the book of Acts of the Apostles chapter 2 we read: God has raised this Jesus to life, and we are all witnesses of it.

On the basis of this foundational experience, the first Christians structured their worship around the Resurrection. The events in the life of Jesus of Nazareth culminating in his death and resurrection, took place around the time of the Hebrew Passover.

This Passover feast reminds the Jewish people of their release from slavery. Our Christian “Passover” [Easter] goes deeper into the sense of freedom and extends the horizon through the salvation offered in Jesus Christ, salvation from sin and death, salvation which makes us one in the divine nature (see 2 Peter 1:4).

In celebrating the Paschal mystery, in other words, the death and resurrection of Jesus Christ and His relationship with His disciples with particular stress on the breaking of bread, the first communities elaborated the sense of baptism as the personal experience of dying and rising with and in Christ (see Romans 6:1-11). In baptism we consign our former self to death and, by the salvation wrought by Jesus Christ, allow our new self to emerge. Baptism became a central element in the life of a disciple and the Christian community.

According to Hippolytus’ Apostolic Tradition, dating back to the 3rd century A.D., among other testimonies, preparation for baptism (catechumenate), could take as long as three years. Baptism itself took place on the night of the Paschal Vigil, a worship service which was to become the most important in the incipient liturgical calendar.

The catechumenate comprised four broad stages. The first involved candidate Admission.  This was followed by the strongly biblically based instruction period. Then came their proximate preparation during Lent with the sacramental celebration (Baptism, Confinement, Eucharist). In the final stage, the post-baptismal (mystagogical) instructions were imparted.

Lent has its origins in the proximate preparation for baptism during the Paschal Vigil. This is why it is necessary to delve deeper into the significance of Lent and baptism. It is most likely most of us were baptized some time ago, which is why our task is increasingly no longer about baptizing converts but about converting those already baptized. In other words, making our fellowship and adherence to the person of Jesus Christ even more radical.

In times of conflicts, of global confrontations, where wars and pandemics prevail, it is imperative to rediscover the significance of our baptism as an experience of conversion, discipleship and mission. Of commitment to the life and justice emanating from God, as a proclamation of faith, hope and love. 

Translation: Elizabeth Briks


5 feb 2022

Fifth Sunday after Epiphany - Luke 5: 1 - 11

It is very likely that this week you were shocked, as I was, with the news of a significant number of deaths caused by the consumption of highly toxic apparently adulterated cocaine in the western suburbs of Buenos Aires. There is no way we can be indifferent to a scourge of this nature affecting our society. 

The word of God seeks, among other things, to reveal the face of God to us, strengthen our faith as individuals and as a community, and illuminate our reality – or call us to conversion.

Today’s gospel in the book of Luke starts by setting out a scene, the reality of discouragement in the face of these men’s failure in their fishing activities, reflected in the fact they were washing their nets.

Against this background, the narrative takes a different direction, with Jesus climbing into one of the boats, asking them to row out some way from the bank, and then starting to teach the crowd from the boat. Within the symbolic framework of the narrative, the boat takes on new worth. It is symbolically the common area or community for the believers, or, in our more frequent expression: the church. Again in this symbolic framework, if the boat represents the community of believers, the sea symbolizes evil. In the ancient worldview the sea was inhabited by fearsome creatures which, according to mythology, destroyed any vessels in sight. In other words, and again returning to our symbolism, the intent of the evil sea is to make the vessel with the community of believers capsize.

Here we find the first fundamental teaching in this gospel: the community of believers is not an airtight compartment, or set apart in a different place, unpolluted, so to say. The community of believers navigates in the midst of the raging storms of evil. We are not a community of perfect people, set apart to live in a bubble; the church is in the midst of the world, confronting evil, and announcing from the very heart of history the news of God’s coming.

After teaching the crowd, Jesus then invites the fishermen to go further out to sea. To go out onto the sea of evil to fish. Their catch is abundant and they will have to call in another boat and other persons to help. The second great teaching in this reading is precisely this. Fishing is a community action, and needs the help of others to confront the slapping waves. The boat was at risk of sinking, and needed another. Going back once again to the symbolism, we can say the Community of believers needs other communities to rescue other people, a sort of net used to announce that God, in Jesus Christ, offers Himself as the way, the truth and life. In other words, like God, who is decidedly in favor of people and of people having worthwhile, fulfilling lives. Confronting evil is something we do together, as a community, with a far broader horizon including civilian society, security forces, courts of justice, etc.

Eventually, after Peter, as the narrative describes, throws himself at the feet of our Lord acknowledging himself as a sinner, and Jesus tells him he will henceforth be a fisher of men, he, James and John decided to follow Him. The third teaching to reflect on is a disciple’s vocation to be a fisher of men. That is, not be afraid to rescuing our brothers and sisters from their evil lives. God does not call us to live in isolation, in a sort of purity that fails to engage with reality. Instead, in this place where we stand, however much or however little we can do, no human reality can leave us indifferent.

We started this reflection thinking of the painful occurrences this week. Our life of faith should place us at the heart of the history of all human reality, particularly those who are suffering the most. It is not a question of saying, fortunately that’s not me, or one of mine; it is a question of praying and acting to transform that reality. The commitment of a believer including our opinions and decisions. Let us not remain indifferent in the face of pain, of evil, of life-threatening events.

As disciples and followers of Jesus Christ, we are committed to telling of Jesus Christ, the everlasting light, that transforms the world itself and with the help of each of us. So be it.

By The Revd. Ariel Irrazábal
Translation: Elizabeth Birks

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Esta semana, probablemente, ustedes y yo nos hemos impactado con la información de un número significativo de muertes por lo que se llamó consumo de cocaína adulterada, de alta toxicidad en la zona oeste del conurbano bonaerense. Esta realidad, este flagelo, que afecta nuestra sociedad, no nos puede dejar indiferentes.

La palabra de Dios tiene entre sus finalidades revelarnos el rostro de Dios, fortalecernos en la fe personal y comunitaria e iluminar nuestra realidad… o llamarnos a la conversión.

El texto del evangelio de Lucas que ha sido proclamado comienza construyendo una escena, una realidad de desánimo frente al fracaso de la pesca, lo que se refleja en el hecho de que estaban lavando sus redes.

En ese contexto acontece un giro en la narración, Jesús sube a una de las barcas, pide que la alejen de la orilla y comienza a enseñar a la multitud desde ella. La barca, en el marco simbólico de la narración toma un valor nuevo. La barca es simbólicamente el espacio de la comunidad de los creyentes, o en una expresión más conocida: la Iglesia. En este marco simbólico, si la barca expresa a la comunidad de los creyentes, el mar simboliza el mal. En la cosmovisión antigua en el mar habitaban criaturas tremendas, las que como expresa la mitología destruían a los navíos. Es decir, retornando el marco simbólico, el mar del mal atenta contra la barca de la comunidad de los creyentes.

Aquí aparece la primera enseñanza fundamental de este evangelio: la comunidad de los creyentes no está estancada o puesta en un lugar diferente, casi impoluto. La Comunidad creyente navega en medio del fuerte oleaje del mal. No somos la comunidad de los perfectos, apartados para vivir en una burbuja, sino que la Iglesia está en el mundo, enfrentando el mal, para expresar al interior de la historia la novedad de la irrupción de Dios.

En un momento posterior Jesús invita a ir mar adentro. Adentrarse en el mar del mal para pescar. La pesca es abundante y será necesario llamar a otra barca, a otras personas para ayudar. La segunda gran enseñanza de este texto, está dicha justamente aquí. La pesca es una acción comunitaria, precisa de otros para enfrentar el oleaje que golpea. La primera barca corría el riesgo de hundirse, precisó de otra. Retomando el marco simbólico podemos decir que la Comunidad de los creyentes precisa de otras comunidades para rescatar a otros, precisa de una suerte de red que haga presente y exprese que Dios, en Jesucristo, se ofrece como camino, verdad y vida. Es decir, como Dios que, decididamente, está a favor de las personas y de su vida digna y plena. Enfrentar el mal es algo que hacemos juntos, en comunidad y en un horizonte más amplio con la sociedad civil, con las fuerzas de seguridad, con la justicia, etc.

Finalmente, luego de que Pedro, según la narración, se arrojara a los pies del Señor reconociéndose pecador, Jesús le dice que en adelante será pescador de hombres y junto a Santiago y Juan lo siguieron. La tercera pista para nuestra reflexión es que la vocación del discípulo es la de ser pescadores de hombres. Es decir, no temer sacar del mar del mal de la vida a nuestros hermanos. Dios no nos llama a vivir aislados, apartados, en una suerte de pureza sin compromiso con la realidad. Por el contrario, desde donde estamos, desde lo poco o mucho que podamos hacer, toda realidad humana no nos puede dejar indiferentes.

Comenzamos esta reflexión recordando un doloroso hecho de la semana. La vida de fe nos tiene que colocar en el corazón de la historia de toda realidad humana, especialmente las más sufrientes. No se trata de decir que suerte que no es a mí, que no es a los míos, sino de orar y actuar por la transformación de esta realidad. Compromiso creyente que pasa por nuestras opiniones y por nuestras decisiones. No permanezcamos indiferentes frente al dolor, frente al mal, frente a las amenazas a la vida.

Como discípulos y seguidores de Jesucristo, nuestro compromiso es comunicar a Jesucristo, la luz sin ocaso, que transforma el mundo desde sí y con la ayuda de cada uno de nosotros. Que así sea.