27 mar 2020

El encuentro de Jesús con la Samaritana (Juan 4: 5 – 42)

Rev. Ariel Irrazábal

Introducción
Nuestra vida, la de cada persona, está marcada por encuentros y desencuentros. Hay encuentros que son de tal forma significativos, de manera positiva o negativa, que tienen la fuerza de gestar una nueva realidad en nosotros; eso puede suceder en una relación personal, en una relación de familia, en una relación amorosa y en nuestra relación con Dios. Hoy el texto bíblico nos ofrece una de estas experiencias: el encuentro de Jesús con una mujer samaritana es un encuentro transformador. Solamente un encuentro en profundidad con la persona de Jesús y su propuesta suscita el seguimiento.

Jesús y la Samaritana

1.      El sentido original del texto.
Si nos preguntamos por el sentido original de la redacción del texto ciertamente podemos decir que Juan quiere fundamentar la Comunidad cristiana de Samaría en el testimonio y liderazgo de una mujer misionera, en los albores del movimiento de Jesús a diferencia de Lucas (Hechos Cap. 8), quien sostiene que el fundador de la Iglesia de Samaría fue Felipe. En este hermoso relato cada palabra, cada gesto, cada símbolo está cargado de significado. Este es otro caso paradigmático de cómo la interpretación bíblica ha distorsionado el liderazgo de la mujer en las sagradas escrituras. Me atrevo a decir que en la mirada colectiva del texto esta mujer es recordada como una prostituta-convertida. Pero la pregunta emerge naturalmente ¿es ello así? De todos los elementos que podría mencionar sólo haré referencia a uno para contribuir en la interpretación del símbolo en lugar de seguir reforzando una imagen negativa de la Samaritana. El texto es un relato teológico y como tal debe ser comprendido. En el versículo 18 Jesús afirma: has tenido cinco maridos y el que ahora tienes no es marido tuyo. Ello podría referirse a tres posibilidades, mencionaré solamente una por la relevancia de esta. Según José Luis Sicre, biblista absolutamente reconocido, los cinco maridos podrían hacer referencia a los cinco dioses, correspondiente a las cinco tribus, introducidas en Samaría durante el Imperio asirio y el sexto sería Zeus, introducido más tarde por los griegos. Solamente este elemento que menciono tan brevemente ya nos ayuda a abrir un horizonte absolutamente nuevo a la compresión habitual de la mujer que se transformó en la primera apóstola, aún previo al evento pascual, que provoca que Jesús sea reconocido y proclamado como Salvador del mundo (versículo 42).

2.      La sed y el agua.
El tema del agua es uno de los grandes temas bíblicos. En el salterio encontramos una profunda oración: Como busca la sierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío. Jesús se presenta a sí mismo como el agua que colma toda sed, de forma permanente. De hecho, durante éste y los próximos tres domingos los textos bíblicos harán referencia a realidades humanas profundas, que en encuentro con la acción de Dios cobran nuevos sentidos. En el evangelio de hoy Jesús se presenta como agua que sacia la sed, el próximo domingo como luz que disipa la oscuridad y la tiniebla. Posteriormente como vida, venciendo el poder del mal y de la muerte.
Tres aguas en los tres diferentes textos bíblicos de este domingo. En un primer lugar la de Jacob, donde bebieron el, su familia y su ganado, agua ésta que sacia la sed aunque no de forma permanente. El agua de Moisés, agua que sacia la sed de manera provisoria y transitoria. Finalmente. el agua que ofrece Jesús, agua que empapa nuestra tierra más reseca. Agua que genera vida e infunde su espíritu en nuestro barro seco. Agua que provoca vida, vida que expande y genera nueva vida.

3.      El proceso del seguimiento.
Me gusta distinguir entre experiencia de Dios y vivencia de Dios. Experiencia, etimológicamente, es aquello que es colocado fuera. Las Iglesias innúmeras veces hablamos de promover la experiencia de Dios. Ello es bueno y necesario, pero no suficiente. La experiencia de Dios se puede remitir a un momento, a un evento, a un movimiento espiritual, muchas veces marcado por el afecto. A diferencia de la experiencia, que puede ser momentánea, la vivencia de Dios genera un sustrato, una base, que le da permanencia y continuidad al proceso de discipulado.
La mujer samaritana hizo un proceso continuo que generó en ella una nueva realidad. En principio lo reconoce a Jesús como un simple judío, en un segundo momento como un profeta, que era el marco de la expectativa mesiánica en el pueblo samaritano al regirse por el pentateuco como texto sagrado y finalmente como el Mesías. En cada experiencia hay un paso significativo, nuevo en su sentido, nuevo en su relación. Estas experiencias se transforman en actos de fe que generan la vivencia del discipulado, del seguimiento y de la misión.

Conclusión
Mirando lo que he dicho hasta el momento, el texto bíblico, el encuentro de Jesús con la mujer samaritana me invita a reconocer, valorar, potenciar y desarrollar el liderazgo que las mujeres han tenido a lo largo de la historia. Ser una Iglesia samaritana implica además de cuidar a los heridos del camino (Cf. Lucas 10), aprender de la primera mujer que se transformó en misionera y lideresa de una incipiente comunidad dispuesta al seguimiento de Jesús. En segundo lugar, reconocer a Jesús de Nazareth como el agua que sacia toda nuestra sed, que toca nuestro barro más frágil y hace que allí brote lo nuevo. Finalmente, a no quedarnos solamente en la experiencia de Dios, sino desarrollar la vivencia de Dios. Que, así como la mujer samaritana nuestro proceso, nuestro discipulado y seguimiento, nos lleve a proclamar a Jesús como salvador del mundo.