Rev. Ariel Irrazábal
Primera lectura: Deuteronomio 30:15-20
|
Epístola: 1 Corintios 3:1-9
|
Respuesta: Salmo 119:1-8
|
Evangelio: Mateo 5:21-37
|
Introducción

Un primer elemento, como presupuesto, que me gustaría recordar es una antigua analogía patrística, es decir de los primeros siglos de la era cristiana, Dídimo “el Ciego” hablaba de la Iglesia como Mysterium lunae. La luna no tiene luz propia, brilla por la luz del sol. Análogamente la Iglesia refleja la luz de Cristo. Ella es dependiente de esa luz, nunca debe ocupa el lugar de Cristo, sino manifestar el amor de Dios quien nos llama a participar de su misma vida.
El camino que me gustaría reflexionar este domingo tendrá tres pasos: en primer lugar, mirar la relación entre Jesús y la Ley. Luego considerar el texto de la Epístola desde la diversidad de ministerios y la unidad en Dios. Finalmente, presentar la diversidad y la unidad desde el principio anglicano de Vía Media.
Dicho esto, profundicemos en algunas expresiones bíblicas.
1. Jesús y la Ley
El texto del Evangelio que nos ha sido proclamado nos brinda en las palabras de Jesús no sólo el cumplimiento del Primer Testamento, sino que, de alguna manera, una ruptura, una superación al profundizar su contenido.
En el evangelio se explicita que la Ley debe pasar por el cribo, por el prisma, de las palabras y las acciones de Jesús. Las sentencias tienen una misma estructura: Han oído que se dijo – Pero Yo les digo. Jesús por sus palabras y por sus acciones transforma la Ley por su autoridad y su mensaje resignifica las relaciones entre iguales, entre superiores e inferiores (varón/mujer) y con Dios. En 5: 21-26 el tema es matar versus herir con palabras al otro, la ley prohibía quitar la vida al hermano, pero los homicidios ocurrían de igual manera y los asesinos llegaban con sus ofrendas al templo para purificarse de su pecado. Jesús no sólo prohíbe matar, sino que prohíbe herirlo al hablar y enseña que es necesario buscar la reconciliación con la víctima de la ofensa en lugar de buscar el perdón de Dios a través de la ofrenda. En 5: 27-32 el tema es el adulterio. La ley culpabilizaba de adulterio siempre a la mujer, aún si sólo hubiera sido encontrada hablando en la calle con un varón. La ley amparaba al varón y éste podía repudiarla y volver a tomar esposa. Jesús revierte esta dinámica y pone la responsabilidad sobre el varón defendiendo a la mujer que quedaba expuesta y vulnerable ante esta norma. El último tema que trata en 5: 33-37 es la autenticidad en el actuar, cuando digas sí o cuando digas no que así sea. La ley prohibía jurar, pero permitía juramentos a Dios. Jesús enseña que cuando se vive en consonancia y coherencia entre lo que se cree y se practica no hacen falta los juramentos… mucho menos a Dios.
En la medida en que con su autoridad Jesús dice Yo les digo está enfáticamente ofreciendo una nueva manera de relacionarnos con Dios y con los otros. Por lo tanto, decirnos cristianos, y quedarnos aferrados, estancados, presos en expresiones, versículos, prácticas rituales, etc., del Antiguo Testamento es contradictorio con el seguimiento al Dios que se auto comunica en la persona de Jesús de Nazareth y nos convoca a vivir una vida plena, digna y feliz.
2. Unidad en la diversidad
El texto de la Epístola que hoy oímos se encuentra en la Primera Carta a los Corintios, escrita por Pablo. En la Comunidad de Corinto había probablemente tres o cuatro grupos, cada uno de los cuales quería hacer referencia a su guía: Apolo, Cefas, Pablo, Cristo. Apolo era un judeocristiano formado en Alejandría, el centro de la ciencia y de la oratoria griega, era instruido y lleno del Espíritu Santo que precedentemente había sido discípulo de Juan Bautista (Hech. 18: 24-28) En esta Carta uno de los temas importantes es el de la unidad de la Iglesia. Los versículos que hoy escuchamos nos presentan cuestionamientos provocadores. Me permito reiterar dos versículos, sobre ellos quiero decir una palabra.
5 ¿Qué es pues Apolo? ¿Qué es Pablo?... Servidores por medio de los cuales habéis creído; y cada uno según lo que el Señor le dio.
6 Yo planté, Apolo regó; mas fue Dios quien dio el crecimiento.
|
Si bien se consideran a Apolo y a Pablo como dos servidores de la Palabra: se evita la fisura o la confrontación. Por el contrario, al valorizar los dos ministerios se reconoce la unidad de estos en la acción de Dios. De alguna manera, ante dos tendencias, se encuentra una vía media que le da unidad a estos ministerios diversos. Dicho de otro modo, en este texto que hoy escuchamos se encuentra de manera germinal el principio de la reflexión sobre la diversidad y la unidad de las funciones eclesiales que Pablo continuará y profundizará en el Capítulo 12.
3. La Vía Media Anglicana
Frente a esta situación que el texto epistolar nos presenta me gustaría compartir algo de nuestra Identidad Anglicana, principio éste que continúa vigente y necesitado de resignificación en la actualidad.
En el período inicial de la Reforma inglesa, es decir, en los albores de la Iglesia de Inglaterra tres teólogos emergen como protagonistas. Uno de ellos es Richard Hooker. La mayor contribución de Hooker fue su monumental Of the Lawes of Ecclesiastical Polity. Los primeros cuatro libros se publicaron en 1594, el quinto libro se publicó en 1597 y los tres últimos se publicaron mucho más tarde después de su muerte.
Esta singular figura ofrece el concepto de Vía media como respuesta a las dos tendencias latentes en la época: el catolicismo romano y el puritanismo inglés. Apolo y Pablo podríamos nominarlos análogamente como las tendencias entre el catolicismo romano y el puritanismo inglés o si quieren, entre catolicismo romano y protestantismo.
Hooker, ofrece el principio anglicano de Vía media como búsqueda de equilibrio entre las dos tradiciones cristianas en puja, o en palabras del gran teólogo luterano Paul Tillich como el mantenimiento del sustrato católico y los principios protestantes en la tradición anglicana. El ethos anglicano no es el de la bipolaridad, sino el de la Comunión. Lugar en el que los diversos podemos vivenciar el seguimiento de Cristo en Comunidad. No sé si naciste en esta Iglesia o si tu matriz es católica romana, protestante o evangélica, sé que aquí podés vivir la fidelidad al evangelio en la libertad del Espíritu.
La Comunidad de los creyentes, llamada a reflejar la luz de Cristo ha de ser para cada uno de nosotros espacio de Comunión, no por anular o aniquilar nuestras diferencias, sino por el llamado a centrarnos en la persona, en las palabras y en las acciones de Jesús de Nazareth.
También hoy, febrero del 2020, ésta, nuestra Comunidad de San Juan Bautista, es invitada a ser espacio de comunión entre los diversos, convocando a todas las personas a la mesa común.
Conclusión
Este domingo te invito, evocando la pregunta inicial, a reconocer la centralidad de la persona de Jesús de Nazareth como palabra que lleva a cumplimiento y, de alguna manera, supera la Ley del Antiguo Testamento. Te invito a reconocernos en las diferencias, como las Apolo y Pablo, pero, confesar la Unidad; en ella somos llamados a vivir en Dios. Finalmente, te invito, asumiendo tu historia religiosa, a vivir la experiencia del discipulado como una aventura que podemos transmitirla juntos en esta tradición eclesial, en esta Comunidad parroquial en concreto, que busca reflejar a todas las personas la luz de Cristo.
Concluyo, mirando este altar, citando al Pastor alemán Dietrich Bonhoeffer quién participó en el movimiento de resistencia contra el nazismo y en su libro Vivir en Comunidad, dice:
La comunidad eucarística constituye el cumplimiento supremo de la comunidad cristiana. El vínculo que une a los fieles comulgantes permanecerá en la eternidad. La comunidad ha alcanzado su meta. El gozo de Cristo y su Iglesia es completo. La vida comunitaria de los cristianos bajo la autoridad de la palabra de Dios ha encontrado en el sacramento su plenitud.