Revd. Ariel Irrazábal
El servicio siempre es
contextualizado, nunca es en abstracto. Es en un lugar, una ciudad, un barrio,
una familia, una comunidad cristiana, etc.
Hoy, jueves santo, la
tradición de la Iglesia hace memoria de dos hechos muy importantes, la última
cena y el lavatorio de los pies. Considerando la experiencia de la Comunión
eucarística en la Santa cena nuestro énfasis será en el lavatorio de los pies.
El lavatorio de los pies, ayer
y fácilmente podemos imaginarlo hoy, era una tarea reservada a los esclavos.
Desde ese lugar Jesús desafía a sus discípulos a vivir su seguimiento desde
esta actitud fundamental. Aquí no hay parábolas, no hay alegorías, hay un acto
concreto estrechamente vinculado a la cena del Señor.
Es decir, en Juan no tenemos
el relato de la última cena. Ésta se sustituye por el lavatorio de los pies lo
que implica en la lectura creyente de una comunidad aproximadamente en torno al
año cien de nuestra era, la existencia de la praxis comunitaria de la cena del
Señor y la mirada al acto de la comunión eclesial intrínsicamente unido al
servicio. Dicho de otro modo, la cena no podía ser un acto eminentemente
intimista o de disfrute de unos pocos. La cena debía ser una acción de
compromiso y vivencia del servicio. Las palabras de Jesús son imperativas, el
discipulado se define en y por el servicio.
San Juan 13: 14-15: Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes
también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que
hagan lo mismo que yo hice con ustedes.
Considerar esta realidad nos
ayuda a vivir mejor este tiempo donde en nuestras comunidades no podemos
encontrarnos a compartir el pan y el vino, pero sí podemos desarrollar el
alimento espiritual mediante el pan de la palabra.
El Servicio, en clave de
discipulado, de alguna manera, hace visible la comunión eucarística. La entrega
simbólica de Jesús en la última cena nos anuncia lo que un momento después
sucederá en la pasión y muerte. Dicho esto, toda entrega de servicio implica
donación, amor hasta el extremo.
El
servicio puede tomar diferentes facetas. Pero, todos, estamos llamados a hacer verdad la cena del Señor, el amor entregado hasta el extremo, en la salida de
nosotros mismos como respuesta al imperativo de descubrir en el rostro del
otro la presencia de Cristo.