Rev. Ariel Irrazábal
El Edicto de Milán, promulgado por el Emperador Constantino el Grande y Licinio en el
año 313 de nuestra era decretó la libertad de religión en el Imperio romano, concluyendo
así un largo tiempo de persecución religiosa, especialmente a los cristianos. A
partir de ese momento y gradualmente la expresión en la esfera pública de los
seguidores de Jesús cobrará protagonismo creciente hasta el 27 de febrero del
año 380 cuando el Emperador Teodosio promulga el Edicto de Tesalónica mediante
el cual el cristianismo niceno se transforma en la religión oficial del Imperio
romano.
Pero ¿qué pasó durante 280 años? ¿Cómo
era la vida de los seguidores del camino? ¿Cómo celebraban? ¿Qué idioma usaban?
¿Dónde se reunían? Varias preguntas para ser profundizadas. Por el objetivo de
este breve texto me limitaré a mencionar algunos aspectos referidos a la última
pregunta.
Cabe comenzar citando el libro de Hechos
de los Apóstoles Capítulo 2: 46, leemos:
Acudían al Templo
todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por
las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón.
Los discípulos de la primera hora tenían su “liturgia de la palabra” en
la Sinagoga, es decir, allí iban a recitar salmos y escuchar la Toráh. Luego se
encontraban en las casas de familias, especialmente de los líderes y lideresas
de las comunidades para comer la cena del Señor. Dicho en nuestra
terminología, para celebrar la eucaristía.
El continuo y progresivo distanciamiento del judaísmo y las sucesivas
persecuciones a los cristianos de los primeros tiempos fue fortaleciendo lo que
se denominó la Domus
ecclesiae, expresión latina
que significa Casa de la asamblea. Casa de la Asamblea convocada para
celebrar juntos el misterio central de la fe: la pasión, muerte y resurrección
de Jesucristo. Me permito enfatizar que por 280 años aproximadamente, casi tres siglos, el espacio
donde la fe en Jesucristo se desarrolló fueron las casas, sólo en un segundo
momento la predicación será hecha en los espacios públicos.
Si bien podemos imaginar que se tratan de
Comunidades donde varias personas se juntaban a escuchar las enseñanzas y
compartir el pan esta experiencia puede iluminar, desde el testimonio creyente
de los que nos antecedieron, nuestra situación actual para vivir la Semana Santa. Dicho de otro modo, hermanos nuestros, discípulos y discípulas
de Jesús comenzaron y desarrollaron su experiencia de fe en casas, en casas
propias o en casas acondicionadas para el uso comunitario.
Por otra parte, también cabe mencionar que
uno de los propósitos de la redacción del Libro de Oración Común (LOC) al
momento de la Reforma inglesa fue el que las personas puedan tener cerca, a
mano, la liturgia para su devoción personal. El Libro de Oración Común nos
brinda un excelente camino para poder celebrar esta Semana Santa en casa, en
familia o de manera personal. Aquí puedes descargar el LOC en español.
De alguna manera volveremos a la
experiencia primera: el encuentro y la celebración doméstica de los misterios
de la fe.
A diferencia de los primeros siglos las Redes
sociales nos brindan posibilidades que, con el discernimiento correcto,
pueden ser extremadamente significativas en este tiempo. Diversos Oficios son
brindados allí y nos conectan a la Comunidad mayor.
Ojalá esta Semana Santa en casa
sea una oportunidad para profundizar en nuestro discipulado y así, cuando nos
reencontremos, algo nuevo y mejor haya surgido en nosotros.
¡Buena Semana Santa en casa!