Por el Revdo. Ariel Irrazábal
Introducción
El
presente texto analiza, especialmente, mediante cinco figuras el proceso de
consolidación de la Iglesia de Inglaterra, acontecimientos que, excluyendo sus
antecedentes, se suscriben al siglo XVI.
Las
cinco figuras destacadas son, a saber: John Wyclif, el
Rey Enrique
VIII, Thomas Cromwell, el arzobispo Thomas Cranmer y finalmente la Reina
Elizabeth I. El primer nombre, si bien se enmarca como un antecedente a los
acontecimientos del siglo XVI no puede ser obviado de ninguna manera. Otros
muchos personajes son mencionados y referenciados. Esta jerarquización,
también, de alguna manera, presenta los nombres que a mi entender son
insoslayables.
El
objetivo principal del trabajo en navegar en la historia, en una época de
cambios, y mediante personas concretas, acciones y vivencias concretas. Narrar
los acontecimientos que, en cierto sentido, brindaron los fundamentos para lo
que es en la actualidad el anglicanismo.
El
método es narrativo e intencionalmente procura mantener formas y lenguaje
académico pero que no impida su lectura por cualquier persona. La investigación
se fundamenta en una base bibliográfica de la historia de la iglesia amplia y
adrede procura utilizar fuentes en español y portugués. Si bien, obviamente, la
mayoría de las investigaciones sobre esta temática se encuentran en inglés he
querido ofrecer, lo más posible, un soporte teórico en las mencionadas lenguas,
con los límites que implica. La traducción de los textos en portugués e inglés
son dinámicas.
Finalmente, agradezco al Reverendo Canónigo David George y a la Reverenda Mónica Tompkins por sus invalorables sugerencias y aportes en la corrección del texto
1.
John
Wyclif
Los
fenómenos históricos siempre son complejos, multi factoriales y con
antecedentes diversos que al momento de ser explicitados por el investigador se
ordenan de una determinada manera.
Llegar
a comprender, cabalmente, la construcción de la Iglesia de Inglaterra en cuanto
una tradición cristiana autónoma, con identidad definida y prerrogativas
institucionales nos pueden remontar a antecedentes muy diversos. Podríamos
procurar entender las antiguas tradiciones celtas y su estructura religiosa,
sumado a ello estudiar las consecuencias de las invasiones anglosajonas para el
cristianismo en la actual Inglaterra. Deberíamos abordar el impacto de la
consolidación de la romanización en las islas, especialmente la figura de
Agustín de Canterbury. También deberíamos considerar el fenómeno vikingo, las
invasiones normandas, deberíamos considerar la iglesia inglesa durante la baja
edad media y la transición a la edad moderna, en ese sentido nos deberíamos
detener en la figura de Anselmo de Canterbury. Pero, considerando los límites
del presente trabajo y el enfoque propio de los siglos en estudio todos estos
antecedentes no serán profundizados.
Una
consideración particular merece John Wyclif (1328 – 1384). Si bien la fecha
precisa de su nacimiento es algo difícil de documentar hay un consenso común
que sucede en la década del 20. Es considerado un precursor de la reforma por
su teología y por su traducción de la Vulgata al inglés (1382)
La doctrina de la predestinación de Wyclif estableció las bases para el desarrollo de su doctrina de la Iglesia como cuerpo invisible (visible y solamente conocido por Dios) de los electos de Dios. Cristo es la cabeza de esta sociedad de predestinados, el papa podrá ser la cabeza de la Iglesia si el mismo es predestinado. Cualquier opción cristiana para la salvación tiene que ser juzgada por la obediencia del cristiano a la ley de Dios y esta ley está en el Evangelio. Esto explica por qué todas las personas, tanto laicas como sacerdotes, deben conocer la Biblia, así es como se puede saber quién es electo.[i]
Wyclif
también cuestionó el poder temporal del Papa, de allí se seguirá su excomunión
por parte de Gregorio IX en 1377. Consideró que la doctrina de la
transubstanciación era falsa y sostuvo que los sacramentos administrados por un
sacerdote en pecado mortal eran inválidos.
De
su pensamiento surgió un grupo de seguidores denominados “lolardos”. Éstos se
dedicaron a propagar el pensamiento de Wyclif y traducciones de fragmentos de
la escritura, teniendo importante impacto en el pueblo a diferencia de
pensadores como Guillermo de Ockam, que con reflexiones en parte similares
permanecieron en la iglesia y desarrollaron una vida académica intensa. Por ser
considerado un movimiento político-religioso fue perseguido y considerado
herético en el Concilio de Constanza en 1415. Las ideas de Wyclif, “se
expandieron más allá del territorio inglés, llegando al continente europeo.
Llegando a la región de la Bohemia, una parte al este del Imperio alemán y
dominado por éstos, e inspiraron el pensamiento del gran teólogo y líder
nacionalista Jan Hus”[ii]. Cabe mencionar
que Jan Hus también será considerado un antecedente singular de la Reforma
protestante del siglo XVI.
2.
Enrique VIII
El 31 de octubre de
1517, Martín Lutero fijó en la puerta de la Catedral de Wittemberg sus 95
tesis, cuya pretensión era un punto de partida para la discusión teológica. En
la práctica y a la luz de la historia se transformó en una fecha marco de los
procesos denominados como Reforma protestante.
Enrique VIII fue
coronado el 24 de junio de 1509 como monarca inglés. En 1521 vio la luz su
libro denominado La Defensa de los siete sacramentos (en latín: Assertio
Septem Sacramentorum), obra que había comenzado a ser escrita en 1518, y
enfrenta de manera frontal las 95 tesis de Lutero. Dicha apología le rindió a
Enrique el título de Fidei defensor (Defensor de la fe). Dicho título,
otorgado por el Papa León X el mismo año en que la obra tomó estado público, ha
sido utilizado por generaciones de monarcas ingleses, hasta la actualidad. Es
decir, desde entonces, todo monarca inglés también se auto comprende como: Defender
of the Faith.
Dicho esto: ¿cómo
pasamos de un apologeta que enfrenta el primer momento de reforma liderado por
Lutero a alguien que rompe con Roma y se hace cabeza de su propia iglesia
nacional?
Tres
factores operaron como sustrato para un cambio de época, a saber: 1) el deseo
del Rey para un heredero varón, 2) el incremento del sentimiento nacional, 3)
la difusión de las ideas luteranas.
Analizaremos
algunos detalles de estos aspectos siguiendo a Stephen Neill en su libro El
anglicanismo[iii].
Dice Neill,
Siendo muy joven, Enrique se había
casado con la viuda de su hermano Arturo, Catalina de Aragón, una piadosa dama
española, bastante años mayor que él. Catalina le había dado muchos hijos, pero
todos habían muerto en la infancia, excepto una hija, la princesa María. Era
dudoso si una reina podía gobernar o no en Inglaterra[iv].
Es
decir, tenemos un factor determinante que genera la preocupación de Enrique. La
sucesión de un Rey era un hecho político, diría más, un hecho geopolítico. Esta
búsqueda “desesperada” de un heredero varón generó la pesquisa orgánica de que
el vínculo entre el monarca y Catalina sea declarado nulo por parte del romano
pontífice. El hecho de que Enrique se haya casado con la viuda de su hermano
fue fruto de una dispensa papal, la ruptura del vínculo debería darse de la
misma manera. El antecedente más claro era el de 1152 en el que Leonor, reina
de Francia y Luis VII habían recibido tal beneficio. De hecho, Leonor se casó
pocos meses después con Enrique de Anjou quien fuera rey de Inglaterra, con el
nombre de Enrique II. Con estos elementos en manos la pretensión de Enrique
VIII era contraer un nuevo casamiento con Anne Boleyn (Ana Bolena). Cabe
mencionar, en palabras del autor que sigo que:
El papa anhelaba conceder a Enrique
la anulación que pedía, con tal que pudiera encontrar un medio de hacerlo sin
ofender al emperador Carlos V, que era sobrino de la reina Catalina y al que
tenía un miedo mortal. Estaba dispuesto a llegar casi adonde fuera, incluso,
aparentemente, hasta permitir a Enrique, en estas especiales circunstancias,
cometer bigamia[v].
Muchas
cosas sucedieron hasta que después de un casamiento en secreto en Francia entre
Enrique y Ana el 25 de enero de 1533 aconteció en Londres la boda pública entre
ambos. En junio de ese mismo año Enrique es excomulgado. En la primavera de
1534 se sella la brecha con Roma.
Comenta
Justo González:
En una serie de medidas se fue
haciendo dueño de la iglesia. Revivió las antiguas leyes que prohibían las
apelaciones a Roma, y detuvo los fondos que antes se le enviaban al papa.
Cuando la sede de Canterbury quedó vacante, se aseguró de que Tomás Cranmer
(1489-1556) fuese nombrado para ocuparla. Cranmer era un reformador moderado
que había recibido la influencia de Lutero. Pero la razón por la que Enrique le
hizo nombrar era que Cranmer pensaba que el juicio de las universidades sobre
el matrimonio de Enrique bastaba para anularlo[vi].
3.
Thomas Cromwell
Thomas Cromwell fue el
abogado inglés que sirvió al rey Enrique VIII como secretario de Estado y ministro
principal durante el periodo de 1532 a 1540. Fue una figura clave para el
proceso de reforma que aconteció en Inglaterra. Profundo conocedor del derecho
asumió los resultados del Renacimiento. Tal pensamiento entendía que los
principios del Derecho romano y en particular del emperador Justiniano del
siglo VI eran Fons ultriusque juris, es decir eran la misma fuente para
la vida de la Iglesia y para las leyes de los Estados. “Correspondía a los
patriarcas y los obispos poner la ley en vigor, pero la ley que administraban
era la ley del emperador”[vii]. Sin su sustento
político y académico, probablemente, mucho de los acontecimientos hubieran
tenido otro final. Aunque ello es contra fáctico, ciertamente podemos afirmar
que Cromwell fue una figura central.
La
primera ley que genera el nuevo marco para los procesos que se seguirán será el
Acta de Limitación de Apelaciones (1532), dice en su preámbulo:
«Este Reino de Inglaterra es un Imperio…
gobernado por una cabeza suprema y rey… instituido y provisto por bondad y
misericordia del Dios Todopoderoso de un poder plenario, completo y eterno,
prenuncia, autoridad, prerrogativa y jurisdicción para hacer y administrar
justicia y determinación final sobre toda clase de gente… en todas las causas…
sin restricción ni provocación de ningún príncipe o potentado extranjero»[viii]
Si
por un lado el Acta limita la apelación a Roma ante un litigio, manteniendo
estos en la esfera local, por otro deja el cimiento para lo que posteriormente
será la ruptura con el Papa. Finalmente, la misma Acta previene que la Iglesia
decrete cualquier tipo de regulación sin consentimiento del Rey. Dicho de otra
manera, pone a Inglaterra en el marco de una autonomía e independencia, sea en
el fuero civil o en el fuero eclesiástico, de cualquier otro reino.
En
1534 el Parlamento inglés aprueba la ley de designaciones eclesiásticas que
decretó que los clérigos elegidos para obispos debían ser nominados por el
soberano y la ley de Supremacía la cual declaró que “el Rey es la única cabeza
suprema en la tierra de la Iglesia de Inglaterra".
El
Act of Supremacy no es otra cosa, en pocas palabras, que la
oficialización de la reforma inglesa.
Como Enrique era católico romano
por convicción, lo que cambió fue solamente el jefe, la reforma fue pues de
estado, en el nivel administrativo. No fue una reforma doctrinal o dogmática
como en Alemania y Suiza, o en otros países que adhirieron al protestantismo.
La liturgia continuaba la misma, los cultos eran celebrados en latín, los
sacerdotes y obispos tenían la misma formación que los anteriores a ellos. El
cambio estaba en la autoridad máxima: ya no era el papa, sino el rey, el
arzobispo de Canterbury tenía responsabilidades mayores, en nombre del Rey,
para la administración eclesiástica[ix].
E.A.
Freeman, uno de los más importantes expertos historiadores ingleses, sostiene:
Enrique VIII no tuvo pensamiento alguno de establecer una nueva iglesia, sino simplemente de reformar la Iglesia inglesa existente. Nada estaba más lejos de la mente de Enrique VIII ni de Isabel el pensamiento de que ninguno de los dos estuviera haciendo nada nuevo. Ninguno de los dos pensó jamás, ni por un solo momento, en establecer nada nuevo en absoluto. A su manera de ver no estaban estableciendo, sino reformando: no estaban derribando o construyendo, sino enderezando[x].
Con esta premisa podemos considerar que en su primer momento los influjos de las reformas que sucedían en el continente fueron de menor impacto. Aunque, ciertamente, este primer paso abrió un horizonte de posibilidades y una suerte de escalada en los procesos que acontecerían en la reforma inglesa. Obviamente, Enrique no está pretendiendo asumir, de suyo, las acciones o actos sacramentales de la iglesia de Inglaterra sino en erguirse como su autoridad administrativa y legal. Inclusive, en algún momento Enrique afirma que los Obispos y clérigos eran, en efecto, vasallos del Papa y no de la autoridad constituida en territorio inglés.
Mencionamos
anteriormente que tres factores operaron como sustrato para un cambio de época,
a saber: 1) el deseo del Rey para un heredero varón, 2) el incremento del
sentimiento nacional, 3) la difusión de las ideas luteranas. Sobre el segundo
punto, debemos agregar que Enrique no podría haber ejecutado o logrado los
acuerdos políticos para ello sin el sentimiento anticlerical que se había
generado a lo largo del tiempo. Por sentimiento anticlerical se debe entender,
fundamentalmente, la perspectiva de un clero que tenía muchos privilegios y
protección negados a los laicos y cuyos obispos gozaban de mucho poder
político. Hay que tomar en cuenta también, la inmensa riqueza de la iglesia y
sus monasterios que provocó la envidia y avaricia de la nobleza.
Por
su parte, cabe mencionar que los libros de Lutero eran leídos en Inglaterra
antes de 1521 y que los acontecimientos sucedidos en Alemania fueron seguidos
muy de cerca por eminentes pensadores de la época. El centro intelectual de
Cambridge fue el espacio en el que fermentaron y tomaron cuerpo, al modo
inglés, varias de estas ideas. Cabe mencionar que ya circulaba la publicación
del Testamento Griego de Erasmo de 1516 (Novum Instrumentum omne), por lo tanto,
todos estos elementos estaban prontos a emerger al momento oportuno y
transformar definitivamente el camino transitado en Inglaterra. Entre ellos un
grupo de futuros obispos y arzobispos, a saber, Thomas Cranmer, Matthew Parker,
Hugh Latimer y Nicholas Ridley. Allí, en la taberna “White – Horse” se reunían
a discutir los trabajos de Lutero y otros reformadores en sus idiomas
originales.
En
Cambridge, Erasmo de Róterdam influyó en William Tyndale (1494 1536), lugar al
que éste último había ido a realizar estudios complementarios. Tyndale es una
figura que probablemente merecería una mayor cantidad de palabras en este
trabajo ya que ofreció a Inglaterra la primera traducción de la Biblia al
inglés de los textos hebreos y griegos, tarea que desarrollo en Alemania. En
ese entonces, como lo hemos mencionado, Enrique se oponía a un proceso de
reforma. Comúnmente se entiende que la Biblia de Tyndale es la primera Biblia
reformada inglesa, en ella traduce, por ejemplo, el nombre de Dios por Jehová.
En 1536 fue condenado por herejía siendo estrangulado y quemado en público. Si
bien en su haber se registran varios libros, ciertamente, su traducción de la
Biblia merece un lugar especial. Inclusive, se considera que un porcentaje
importante de la Great Biblie y de la King James Version recogen
la traducción de Tyndale.
Cromwell, quien había acompañado el derrotero de Enrique VIII para que se case con Ana Bolena, luego con Juana Seymour y con Ana de Cléveris finalmente fue en junio de 1540 arrestado y en julio de ese mismo año ejecutado. Había ganado enemigos poderosos por la forma que ejecutó los bienes de los monasterios disueltos, aparentemente a su favor. Dice la tradición que luego de ejecutado por un inexperto verdugo su cabeza fue hervida y colocada en el Puente de Londres mirando en dirección opuesta a la ciudad. Según las crónicas de la época sostuvo antes del desenlace de su vida que moría en la fe tradicional. Según testigos dijo: «muero en la fe católica, sin dudar ningún artículo de mi fe, sin dudar ningún sacramento de la iglesia». No se puede saber exactamente lo que quiso decir con estas palabras, pero cualquier protestante convencional podría afirmar lo mismo. Ya que estaba acusado de herejía su intención principal fue de distanciarse de los anabaptistas.
4. Thomas Cranmer
La
iglesia de Inglaterra nunca pudo acordar dar a Cranmer la posición que el
luteranismo le dio a Lutero, el calvinismo a Calvino, el zwinglianismo a
Zwuinglio. No es, como persona, una fuente de doctrina anglicana[xi]. Ciertamente,
aunque en la perspectiva anglicana Cranmer no es el “padre” del anglicanismo,
éste no puede ser entendido sin su figura.
Se
graduó como Bachelor of Arts en 1511. Obtuvo su Master of Arts en
1514. En ese tiempo estudió con los humanistas Erasmo y Faber Strapulensis,
conoció la literatura clásica latina y estudió griego y hebreo. Fue ordenado en
1520, aunque en ese momento ya era profesor en Cambridge. Concluyó el grado de Doctor
of Divinity en 1526 a los 37 años en el Jesus College. Aunque el
colegio que había sido un convento de monjas se llamaba The College of the
Blessed Virgin Mary, Saint John the Evangelist, and the glorious Virgin Saint
Radegund, fue cambiado al nombre a la cual fue dedicada su capilla: Jesus
Chapel.
Cranmer
fue el principal arquitecto de la Reforma inglesa durante la primera hora.
Después de encargos diversos, de baja o mediana envergadura, fue elegido por el
Papa arzobispo de Canterbury y el 30 de marzo de 1533 fue consagrado Obispo.
Enrique VIII fue el gran patrocinador, por llamarlo de alguna manera, de este
nombramiento, viendo en el genio del clérigo las condiciones necesarias para
liderar en esos tiempos.
Después de la muerte de Enrique, fue sucedido por el niño Eduardo VI, de nueve años. Un Consejo de Regencia fue establecido para gobernar el país, durante el tiempo que el Rey fuera menor. El arzobispo Cranmer, junto con el Tutor Real, tomó la reforma protestante en sus manos, como lo deseaba hacer desde el tiempo de Enrique. En 1549 fue editado, por primera vez, el Libro de Oración Común (LOC) y reeditado tres años después (1552) con algunas alteraciones. El primer LOC aún conservaba características un poco romanas, para el espíritu protestante radical de la época. Por eso Cranmer lo reeditó, dándole una identidad más protestante, con clara influencia calvinista. Cranmer, en verdad, no inventó la liturgia contenida en el LOC, sino que estudió en conjunto con un equipo, ritos y formas de tradiciones cristianas antiguas y, más recientemente, de la tradición reformada. Copiló lo que entendía ser necesario para la realización del culto y para la comprensión de la doctrina anglicana[xii].
Esta
larga cita expone claramente algunos aspectos relevantes. Entre ellos, las
circunstancias históricas, es decir, un Rey niño que en la práctica no tenía
injerencia y el poder en manos de otros que fueron quienes, efectivamente,
realizaron los cambios en la vida práctica de la Iglesia. Anteriormente, ya
hemos explicado como se configuró la autoridad de la Iglesia de Inglaterra
identificando en el Rey su autoridad legítima en la tierra. Ahora, un nuevo
paso es evidenciado, el cambio en la vida litúrgica, es decir, en la praxis de
las comunidades.
Dicho
de otro modo, para la emergente tradición reformada inglesa, el clásico axioma
de Lex orandi – Lex credendi (La ley del orar es la ley del creer)
cobraba vitalidad.
Para
una mayor sistematicidad en lo referido al Libro de Oración Común, alma de la
liturgia anglicana, seguiré a William Sydnor, dice el autor: “El primer Libro
de Oración Común fue publicado en marzo de 1549 y es conocido como el
Primer Libro de Eduardo VI, rey de Inglaterra en aquel tiempo. El LOC no fue
obra de una persona, pero Thomas Cranmer, arzobispo de Canterbury, fue
definitivamente su mente creadora[xiii].
Sydnor
expone que varios factores influyeron en la creación del Libro de 1549. El
primero de éstos fue el hecho de que, en tiempos de Cranmer, la Iglesia Romana,
se valía por lo menos de seis diferentes libros litúrgicos, los cuales
estuvieron en uso regular en el Occidente desde el siglo XI, y probablemente
desde el siglo IX.
Además,
según lo hemos mencionado, el Nuevo Testamento al inglés de William Tyndale. La
también mencionada Gran biblia y otros usos litúrgicos como el Sarum
del rito latino, el rito bizantino, los ritos luteranos y el Breviario
reformado del Cardenal Quiñones.
En
diciembre de 1548, las dos cámaras del Parlamento evaluaron el primer Libro
de Oración Común, y el 21 de enero de 1549, promulgaron el Acta de
Uniformidad, que lo convirtió en el Libro de Oración oficial para todo el
reino. Los Obispos en la Cámara Alta votaron diez a ocho en favor del libro. El
Acta de Uniformidad fijó el día 9 de junio de 1549 –Domingo de Pentecostés–,
para que el LOC estuviera en uso en todas partes.
En palabras de Justo González, en esta primera edición del LOC había aspectos a resolver, dice: “Su primera edición, que fue introducida en las parroquias en 1549, era ambiguamente conservadora, excepto por cuanto toda la liturgia ahora estaba en inglés. La segunda edición, publicada en 1552, era mucho más radical. El propio Cranmer había llegado ya a negar tanto la transubstanciación como la consubstanciación, y a adoptar posturas semejantes a las de Calvino”[xiv].y Zwinglio. “La Reforma Protestante del siglo dieciséis hizo un gran esfuerzo por restaurar la adoración siguiendo la línea del Nuevo Testamento”[xv].
Retomemos
la perspectiva de Sydnor sobre el primer libro, comenta:
La intención con la que Cranmer y
sus colegas recopilaron el Libro fue conducir a la Iglesia de Inglaterra hacia
una verdadera renovación en sus prácticas de adoración; querían ayudar a que
los fieles descubrieran un mayor significado en las prácticas litúrgicas
arraigadas en la rica herencia de la tradición cristiana…
Pero nadie quedó satisfecho. A los
conservadores les disgustaban las innovaciones y la omisión de algunos ritos
antiguos; por su parte, los reformistas creían que el LOC necesitaba más
cambios y una mayor eliminación de costumbres medievales[xvi].
A
favor de los reformadores encabezados por Cranmer cabe decir que éstos
entendían cierta progresividad en los cambios, entendían que Inglaterra no
estaba preparada para un cambio radical.
El Libro de Oración Común de 1552
resultó, en principio, ser más aceptable para los que estaban decididos a
mantener la doctrina primitiva libre de toda adición medieval. Pero, por otra
parte, comenta Sydnor “el nuevo LOC fue universalmente impopular.
El
nuevo LOC fue lanzado y recibido con frialdad, los sacerdotes conservadores
trataron de disimular los drásticos cambios de este libro, usándolo en
combinación con el antiguo ceremonial, hubo poca oposición violenta, ya que los
conservadores se habían cansado de luchar”[xvii].
Por
su parte Neill comenta sobre el LOC de 1552, dice:
El Orden de 1552 ha sido muy
criticado. Algunos han llegado incluso a sugerir que Cranmer, habiendo decidido
romper todavía más el antiguo orden del canon, recompuso más o menos a capricho
los elementos que decidió retener. Debemos recordar que Cranmer era un gran
genio litúrgico y que el Orden de 1552 fue su bien sopesada obra maestra. Ésta
(salvo algunas pequeñas revisiones posteriores) es la única forma del oficio de
comunión que la mayoría de los anglicanos conocen. Ha alimentado y satisfecho
la devoción anglicana por más de cuatro siglos[xviii].
En
otras palabras, la 2ª Acta de Uniformidad por la que se promulgó el LOC de 1552
no mostraba modificaciones sustanciales en la doctrina, sino una simplificación
de algunos ritos y la modificación de algunas fórmulas litúrgicas. Cabe
mencionar que un conflicto particular se generó en referencia al comulgar de
rodillas o no. Cranmer sostenía la primera posibilidad, los más “zwinglianos”
sostenían e insistían en la mayor sencillez posible en cuanto a vestiduras,
mobiliarios y acciones ceremoniales. “El punto culminante fue la denominada
“rúbrica negra” por la que se afirmaba categóricamente que arrodillarse para
comulgar, no implica que se rinda –o deba rendirse–, ninguna adoración al pan o
al vino sacramentales”[xix].
Tal rúbrica fue adicionada al libro sin el consentimiento de la Casa de los
Obispos o del propio parlamento inglés, sino fue un acto del Consejo de
Regencia probablemente inspirado en el pensamiento de John Knox.
El
6 de junio de 1553 el joven Rey Eduardo VI murió afectado por tuberculosis
cuando se aproximaba a cumplir la mayoría de edad y con ello que el oficio real
estuviera plenamente en sus manos. Por 15 días fue reina la protestante Jane
Grey, pero, fue destituida de su poder y luego decapitada junto a su esposo.
María Tudor, ferviente hija católica romana de Enrique VIII y Catalina de
Aragón, asumió el reinado. Con tal hecho, por el momento, la revolución
religiosa había llegado a su fin, vendría la contrarrevolución. La Misa romana
fue inmediatamente restaurada y el LOC de 1552 que había estado en vigencia
solamente ocho meses fue prohibido.
Cranmer
luego de un juicio en varias etapas fue conducido a la hoguera en 1556. La
Comunión Anglicana lo conmemora como mártir de la Reforma el 21 de marzo,
aniversario de su muerte.
5.
Elizabeth I
Elizabeth
fue la segunda hija de Enrique, nació el 7 de septiembre de 1533. Como María,
también fue “ninguneada” por su padre y considerada bastarda por el Parlamento
inglés en ocasión del juicio a Ana Bolena. De lejos, acompañó el reinado de su
hermano y principalmente el de María, y observó básicamente, las equivocaciones
cometidas por ésta durante su reinado.
Para
una mejor comprensión de Elizabeth precisamos complementar el abordaje a María
Tudor, quien reinó desde julio de 1553 hasta 1558 año de su muerte. Pasó a la
historia como «Bloody Mary» (María la Sanguinaria) Si bien no hubo
quema alguna de herejes hasta el 4 de febrero de 1555, dieciocho meses después
de su acceso al trono, la persecución estuvo en el aire desde el mismo
comienzo. Según se estima alrededor de 300 personas murieron bajo su reinado,
de esa forma, condenadas por herejía.
En
las líneas a seguir haremos un resumen de Neill[xx] para exponer algunos
aspectos vinculados a la época, dice: los errores y falsos cálculos de María
habían comenzado ya a amenazar el éxito de sus planes en tres puntos.
El
primero fue la elección de un sucesor para Cranmer como arzobispo de
Canterbury. Reginald Pole tenía sangre real en sus venas e incluso se había
sugerido que podía casarse con María. No era un hombre malo: de hecho, había
sido uno de los mejores cardenales en el Concilio de Trento y se había mostrado
partidario de una medida moderada de reforma. Pero había vivido fuera de
Inglaterra, como inficionado de traición, por casi veinte años y comprendía
poco de los cambios que habían tenido lugar en la vida y el tempo nacional
durante aquel período turbulento.
Un
error aún más grave fue el matrimonio de María. Los extranjeros no eran
populares en Inglaterra y los españoles, por su parte, eran los más impopulares
de todos los extranjeros. No obstante, María estaba determinada a casarse con
un español y, para ruina suya, consiguió lo que quería. Felipe II de España era
el heredero de un inmenso Imperio y, lo mismo que su esposa, era un católico
acérrimo. Pero tenía diez años menos que María. El matrimonio, que había de
traer a la reina la felicidad y un heredero, demostró ser estéril y le acarreó,
en cambio, frustración, sinsabores y la amargura de la deserción. Concluye
Neill, el tercero y más grave error de María fue su creencia en que la mente de
los ingleses podía ser cambiada por la persuasión.
Un
resumen sobre el desenlace del reinado de María es presentado por la Profesora
e historiadora Vera Lucia Simões de Oliveira, sigamos sus reflexiones.
El casamiento de María, la presencia
del legado papal, su adhesión a Roma, dieron a la reina todas las condiciones
para iniciar la persecución a los protestantes… Los dos últimos años del
reinado de María fueron trágicos para ella y para el pueblo. El marido nunca
estaba con ella y al mismo tiempo entró en conflicto con el Papa Pablo IV, lo
que derivó en problemas para Inglaterra. Otra situación fue que, por presión de
Felipe II, los ingleses entraron en guerra contra Francia: más gastos, más
muertes… Con esto, aquella reina que había sido tan valorizada y prestigiada
por el pueblo en la ocasión de su ascensión al trono pasa a ser a ser
considerada por los ingleses, extremadamente nacionalistas, como la encarnación
de todo lo que estaba equivocado… El mismo día de su muerte, el Cardenal
arzobispo Pole también murió y cuando ambas noticias se hicieron públicas
entonces en el mismo día toda Londres cantó y rezó el Te Deum Laudamus
en todas sus iglesias[xxi].
Es
decir, con María Tudor, por sus desaciertos, por sus desavenencias, y por su muerte
temprana cayó el proceso de restauración de la Iglesia de Roma De hecho, la
restauración a la obediencia romana fue completada cabalmente, pero la
disidencia protestante sobrevivió en el exilio y clandestinamente.
Probablemente murió a causa de cáncer dejando un reino empobrecido y opacado…
algo nuevo debía emerger.
Elizabeth
subió al trono el 17 de noviembre de 1558 y una nueva época comenzó en la vida
religiosa de Inglaterra. Los exiliados protestantes regresaron desde el
continente, dispuestos a acabar con el romanismo que María había restaurado
durante su reinado. “Isabel aseguró al embajador español que su propósito era
restaurar la religión a la forma que ésta tenía bajo el reinado de su padre,
Enrique VIII; pero eso era prácticamente imposible, porque ya no existía una
base que apoyara tal posición”[xxii].
Esta posición podría definirse como “el catolicismo sin el papa”.
Isabel era una humanista
protestante, que leía las obras de Sócrates, Cicerón, san Cipriano y Felipe
Melanchton, y que también conocía los escritos de Erasmo de Rotterdam. Ascham
dijo en 1570 que la Reina “lee más en griego en un solo día, que lo que algunos
sacerdotes de esta iglesia leen en latín en una semana entera”. Isabel
acostumbrar a leer diariamente algún pasaje del Nuevo Testamento en la versión
griega editada por Erasmo. Sus posiciones religiosas no eran extremistas, por
lo tanto, no podía aprobar las ideas y acciones de John Knox. Ella simpatizaba
más con el humanismo cristiano, que proponía un espíritu de devoción y moderación,
que fuese capaz de disfrutar de la belleza tanto de un estilo literario
perfecto, como de un ordenado ceremonial religioso. Sus ideas religiosas tenían
un sentido nacionalista y creía firmemente que Dios estaba realizando por medio
de ella –como lo había hecho con Débora en los tiempos bíblicos–, una gran obra
en favor de Inglaterra, y por medio de Inglaterra, en favor del mundo[xxiii].
Se
reconoce que Elizabeth poseía todo el poder intelectual de su padre. Además de
los idiomas clásicos se comunicaba en francés, alemán e italiano. Había
aprendido la cautela y adquirido una gran habilidad política a duras penas
durante los años cuando era una “bastarda” y peligraba su vida. Por momentos
podía desarrollar una elocuencia sin igual.
En
enero de 1559, reunido con Elizabeth, el parlamento inglés aprobó dos actos de
gran importancia. El primer de ellos fue el Acta de supremacía,
reviviendo así la legislación de su padre contra Roma. Un detalle no menor es
que en lugar de ser cabeza de la Iglesia pasa a ser gobernante suprema
de la Iglesia de Inglaterra. De Inglaterra era la reina. Tiempo después
mediante una nueva Acta de unificación se reintroduce, con pequeños
cambios el LOC de 1552. En el Libro de Oración Común de 1559 se incluye
música religiosa, se reintroducirán algunos ornamentos. La reforma de Elizabeth
conservó casi intacta la estructura particular de las catedrales y su música.
La “rúbrica negra” se excluye. “Durante los 45 años que Isabel estuvo en el trono,
el Libro de Oración fue atacado por puritanos y por católicos romanos. La
batalla por el Libro de Oración Común fue una parte importante de la
lucha religiosa en la cual se forjó el espíritu de lo que hoy se conoce como el
anglicanismo”[xxiv].
Justo
González realiza una síntesis muy clara de las consecuencias de los procesos
acontecido durante el período isabelino, escribe:
La política de Isabel, y la iglesia que resultó de ella, pueden verse como un intento de desarrollar una vía media entre el catolicismo romano y el protestantismo tal como iba tomando forma en el continente europeo. Por esa razón, tuvo que luchar contra los elementos más radicales dentro de la iglesia anglicana -lucha que resultó en fuertes conmociones políticas. Pero a la larga, esta vía media anglicana resultaría ser la forma más característica del cristianismo en Inglaterra, mientras otras formas -desde el catolicismo romano hasta el protestantismo más extremo- continuarían existiendo junto a la Iglesia de Inglaterra[xxv].
En
1571 conocemos la versión final de los 39 Artículos de religión. Sobre
éstos, oportunamente, haré un texto específico. Por el momento, quien desee
profundizar en esta temática pueda mirar la serie de ponencias realizadas por
Gregory Venables, en ese momento Obispo de la Diócesis de Argentina y Primado
de Sudamérica disponibles en el canal de YouTube de la Catedral Anglicana San
Juan Bautista de Buenos Aires.
Bajo
el reinado de Elizabeth, dos acontecimientos merecen ser mencionados. Por una
parte, en el Puerto San Julián, actual Provincia de Santa Cruz, tenemos el
siguiente hecho:
En este tiempo, mientas la reina
–“Suprema Gobernadora de la Iglesia de Inglaterra”– mostraba su temple firme, y
al jefe espiritual de la nación (el arzobispo Grindal de Canterbury) se le
había quitado el poder, en las remotas aguas del Atlántico del Sur y más
precisamente en el año 1578, se llevará a cabo la primera celebración litúrgica
de lo que un día llegaría a llamarse la Iglesia Anglicana en un lugar que con
los siglos, se convertiría en territorio argentino[xxvi].
Por
otra parte, en la región norte del continente, “en 1578 se realizó el primer
oficio protestante inglés en las playas de Norte América, dirigido por Meister
Wolfall, que era el ministro predicador del Capitán Martin Frobisher...”[xxvii].
Sobre estas historias, las del desarrollo del anglicanismo fuera de Inglaterra y su configuración como una Comunión global será necesario un nuevo capítulo para abordar estas temáticas. Hasta aquí los primeros pasos de una de las tradiciones más importantes del cristianismo que ayer como hoy continua, desde su identidad de vía media ofreciendo un camino válido para que hombres y mujeres a lo largo de la historia conozcan y proclamen a Jesucristo vivencien el Reino de Dios y se comprometan con el Dios del Reino.
Conclusiones
1.
John
Wyclif, clérigo y teólogo
del siglo XIV es a mi entender, el precursor más evidente del proceso de
reforma que se desarrollará en Inglaterra. Tuvo una actividad intelectual
intensa, tradujo partes de los textos sagrados al inglés y formó una corriente
de pensamiento radical y anti-papal conocida como “lolardos”.
2.
Enrique
VIII. Fue el Rey que
mediante el apoyo del Parlamento inglés logró transformarse en la cabeza de
la iglesia y del imperio gestando su independencia. Además, la no intervención
papal y ofreciendo a sus súbditos un modo de culto sin romper la tradición
cristiana y sin estar en comunión con Roma.
3.
Thomas Cromwell fue el genio pensante que
articuló desde la política la relación con la Iglesia, con el Rey Enrique, con
el Parlamento y con el Pueblo un sentido de autonomía y sentido de nacionalismo
que posibilitó las reformas jurídicas necesarias para sustentar las reformas
religiosas al modo inglés. Cromwell era un leal servidor del rey, un reformador
convencido y un político hábil y ambicioso que avanzó la causa de la Reforma,
pero como sus antecesores igualmente leales a Enrique como el cardinal Wolsey y
Sir Thomas Moore terminó como una víctima de sus enemigos y el absolutismo del
monarca.
4.
Arzobispo Thomas Cranmer. En cierto sentido
puede ser considerado el padre del anglicanismo sin el peso que puede
tener, a modo de ejemplo, Lutero para los luteranos. Fue el arquitecto que
amalgamó los elementos tradicionales del cristianismo conocidos en el momento
con los frutos de la Reforma, aunque más influenciado por Calvino integró al
mejor estilo de lo que sucedía en el ámbito académico de Cambridge, las
posturas de varios reformadores. Además, transitó el reinado de Enrique, Carlos
y María. En este último fue condenado a la hoguera.
5.
Reina Elizabeth I, fue la persona que
restauró y consolidó el proceso de reforma inglesa. Su prolongado reinado dio
estabilidad para enfrentar las crisis y permitir la estabilidad necesaria para
que la Reforma se encarnara definitivamente en Inglaterra. Elizabeth
tuvo la capacidad de consolidar un ethos propio en la Iglesia
reconociendo los valores perennes de la tradición cristiana e integrando los
valores y principios que los reformadores continentales habían desarrollado.
Inclusive, fue durante el período isabelino en que la liturgia, según el Rito
del Libro de Oración Común vigente en la época, se celebró en el continente
americano, particularmente en lo que hoy conocemos como Argentina.
6.
La Reforma inglesa es un proceso genuino y singular que
gestada en el crisol del siglo XVI permitió una nueva vivencia del cristianismo
y su proyección al futuro. El valor de poner en diálogo abordajes tan
diferentes, lo que tiene sus riesgos, no sólo es un valor sino un esfuerzo
eficaz de generar al interior de un movimiento de reforma particular, la
inglesa, un espíritu germinal de lo que se ha denominado comunión en la
diversidad. El Libro de Oración Común es la expresión más acabada de integrar
los valores teológicos con la práctica de la fe. Si bien, por momentos, al
integrar elementos diversos, puede contener teologías antagónicas en su
espíritu se funde y se formula el principio que la ley del orar es la ley del
creer y la ley del vivir (Lex orandi – Lex credenidi – Lex vivendi)
7.
La vida de hombres y mujeres que gestaron esta nueva
tradición cristiana pueden no haber sido perfectas, pueda estar marcada por
deseos de poder, ambiciones de todo tipo, pecados personales o estructurales.
Pero, ciertamente, buscaron, expresar honestamente las verdades bíblicas y
doctrinas típicas de la Reforma. El Dios de la historia que se hace corporeidad
en Jesús de Nazareth y nos invita a la comunión consigo desde nuestras
realidades más genuinas.
[i] NICHOLS, R.H – História da Igreja Cristã – S. Paulo,
Casa Editora Presbiteriana, 1978, p.45. citado por SIMÕES DE OLIVEIRA, Vera
Lúcia, História do Anglicanismo na Inglaterra, Fonte editorial, São
Paulo, 2017, 114.
[ii] SIMÕES DE OLIVEIRA, Vera Lúcia, História do
Anglicanismo na Inglaterra, Fonte editorial, São Paulo, 2017, 116.
[iii] NEILL. Stephe. El
anglicanismo. Edición patrocinada por la Iglesia Española Reformada
Episcopal. Talleres gráficos de la M.C:E. Horech, Barcelona.
[iv] Idem., 32.
[v] Idem., 33.
[vi] GONZÁLEZ, Justo
L. Historia del pensamiento cristiano, Tomo 3, Desde la reforma protestante
hasta el siglo veinte, Editorial Caribe, 1993, 95.
[vii] NEILL. Stephe. Op. cit. 34.
[viii] Citado por NEILL. Stephe. Op. cit. 34.
[ix] BRANDÃO CALVANI, Carlos Eduardo e SIMÕES DE OLIVEIRA,
Vera Lúcia. Nossa identidade – História e Teologia anglicanas, Fonte
editorial, 2012, 45.
[x] FEEMAN, E.A. Disestablishment and disendownment, 2a
ed., 1885, pág 66 citado por NEILL. Stephe. El anglicanismo. Edición
patrocinada por la Iglesia Española Reformada Episcopal. Talleres gráficos de
la M.C:E. Horech, Barcelona, 35.
[xi] DIX, Gregory. The Shape of the liturgy2, Dacre Press Westminster, 1945, 674.
[xii] BRANDÃO CALVANI, Carlos Eduardo e SIMÕES DE OLIVEIRA,
Vera Lúcia. Op.
cit., 47.
[xiii] SYDNOR, William. El Libro de Oración Común a través
de los siglos, Morehouse Publishing, Pennsylvania, 1996, 3.
[xiv] GONZÁLEZ, Op. cit., 188.
[xv] PRICE, Charles P. and WEIL Louis. Liturgy for living,
The Seabury Press, Minneapolis, 1979, 7.
[xvi] SYDNOR, William. Op. cit, 12.
[xvii] Idem., 24.
[xviii] NEILL. Stephe. Op. cit. 68.
[xix] SYDNOR, William. Op. cit, 22.
[xx] NEILL. Stephe. Op. cit. 82 – 83.
[xxi] SIMÕES DE OLIVEIRA, Vera Lúcia, História do
Anglicanismo na Inglaterra, Fonte editorial, São Paulo, 2017, 193 – 197.
[xxii] SYDNOR, William. Op. cit, 25.
[xxiii] BOOTY, John (ed), El Libro de Oración Común 1559 –
El Libro de Oración Isabelino (Washington, D.C.: Folger Shakespeare
Library, 176 citado por SYDNOR, William. Op. cit, 26.
[xxiv] SYDNOR, William. Op. cit, 32.
[xxv] GONZÁLEZ, Justo L. Op. cit., 200.
[xxvi] GEORGE, David. Historia de la Iglesia Anglicana en
Argentina. Editora Epifanía, 2010, 7.
[xxvii] SIMÕES DE OLIVEIRA, Vera Lúcia, História do
Anglicanismo nos Estados Unidos da América, Fonte editorial, São Paulo,
2017, 13.