The word of God seeks, among other things, to
reveal the face of God to us, strengthen our faith as individuals and as a
community, and illuminate our reality – or call us to conversion.
Today’s gospel in the book of Luke starts by setting out a scene, the reality of discouragement in the face of these men’s failure in their fishing activities, reflected in the fact they were washing their nets.
Against this background, the narrative takes a
different direction, with Jesus climbing into one of the boats, asking them to
row out some way from the bank, and then starting to teach the crowd from the
boat. Within the symbolic framework of the narrative, the boat takes on new
worth. It is symbolically the common area or community for the believers, or,
in our more frequent expression: the church. Again in this symbolic framework,
if the boat represents the community of believers, the sea symbolizes evil. In
the ancient worldview the sea was inhabited by fearsome creatures which,
according to mythology, destroyed any vessels in sight. In other words, and
again returning to our symbolism, the intent of the evil sea is to make the
vessel with the community of believers capsize.
Here we find the first fundamental teaching in
this gospel: the community of believers is not an airtight compartment, or set
apart in a different place, unpolluted, so to say. The community of believers
navigates in the midst of the raging storms of evil. We are not a community of
perfect people, set apart to live in a bubble; the church is in the midst of
the world, confronting evil, and announcing from the very heart of history the
news of God’s coming.
We started this reflection thinking of the
painful occurrences this week. Our life of faith should place us at the heart
of the history of all human reality, particularly those who are suffering the
most. It is not a question of saying, fortunately that’s not me, or one of
mine; it is a question of praying and acting to transform that reality. The
commitment of a believer including our opinions and decisions. Let us not
remain indifferent in the face of pain, of evil, of life-threatening events.
As disciples and followers of Jesus Christ, we
are committed to telling of Jesus Christ, the everlasting light, that
transforms the world itself and with the help of each of us. So be it.
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Esta semana, probablemente, ustedes y yo nos hemos impactado con la información de un número significativo de muertes por lo que se llamó consumo de cocaína adulterada, de alta toxicidad en la zona oeste del conurbano bonaerense. Esta realidad, este flagelo, que afecta nuestra sociedad, no nos puede dejar indiferentes.
La palabra de Dios tiene entre sus finalidades revelarnos el rostro de Dios, fortalecernos en la fe personal y comunitaria e iluminar nuestra realidad… o llamarnos a la conversión.
El texto del evangelio de Lucas
que ha sido proclamado comienza construyendo una escena, una realidad de
desánimo frente al fracaso de la pesca, lo que se refleja en el hecho de que
estaban lavando sus redes.
En ese contexto acontece un giro
en la narración, Jesús sube a una de las barcas, pide que la alejen de la
orilla y comienza a enseñar a la multitud desde ella. La barca, en el marco
simbólico de la narración toma un valor nuevo. La barca es simbólicamente el
espacio de la comunidad de los creyentes, o en una expresión más conocida: la
Iglesia. En este marco simbólico, si la barca expresa a la comunidad de los
creyentes, el mar simboliza el mal. En la cosmovisión antigua en el mar
habitaban criaturas tremendas, las que como expresa la mitología destruían a
los navíos. Es decir, retornando el marco simbólico, el mar del mal atenta
contra la barca de la comunidad de los creyentes.
Aquí aparece la primera enseñanza
fundamental de este evangelio: la comunidad de los creyentes no está estancada
o puesta en un lugar diferente, casi impoluto. La Comunidad creyente navega en
medio del fuerte oleaje del mal. No somos la comunidad de los perfectos,
apartados para vivir en una burbuja, sino que la Iglesia está en el mundo,
enfrentando el mal, para expresar al interior de la historia la novedad de la
irrupción de Dios.
En un momento posterior Jesús
invita a ir mar adentro. Adentrarse en el mar del mal para pescar. La pesca es
abundante y será necesario llamar a otra barca, a otras personas para ayudar.
La segunda gran enseñanza de este texto, está dicha justamente aquí. La pesca
es una acción comunitaria, precisa de otros para enfrentar el oleaje que
golpea. La primera barca corría el riesgo de hundirse, precisó de otra.
Retomando el marco simbólico podemos decir que la Comunidad de los creyentes
precisa de otras comunidades para rescatar a otros, precisa de una suerte de
red que haga presente y exprese que Dios, en Jesucristo, se ofrece como camino,
verdad y vida. Es decir, como Dios que, decididamente, está a favor de las
personas y de su vida digna y plena. Enfrentar el mal es algo que hacemos
juntos, en comunidad y en un horizonte más amplio con la sociedad civil, con
las fuerzas de seguridad, con la justicia, etc.
Finalmente, luego de que Pedro,
según la narración, se arrojara a los pies del Señor reconociéndose pecador,
Jesús le dice que en adelante será pescador de hombres y junto a Santiago y
Juan lo siguieron. La tercera pista para nuestra reflexión es que la vocación
del discípulo es la de ser pescadores de hombres. Es decir, no temer sacar del
mar del mal de la vida a nuestros hermanos. Dios no nos llama a vivir aislados,
apartados, en una suerte de pureza sin compromiso con la realidad. Por el contrario,
desde donde estamos, desde lo poco o mucho que podamos hacer, toda realidad
humana no nos puede dejar indiferentes.
Comenzamos esta reflexión
recordando un doloroso hecho de la semana. La vida de fe nos tiene que colocar
en el corazón de la historia de toda realidad humana, especialmente las más sufrientes.
No se trata de decir que suerte que no es a mí, que no es a los míos, sino de
orar y actuar por la transformación de esta realidad. Compromiso creyente que
pasa por nuestras opiniones y por nuestras decisiones. No permanezcamos
indiferentes frente al dolor, frente al mal, frente a las amenazas a la vida.
Como discípulos y seguidores de Jesucristo, nuestro compromiso es comunicar a Jesucristo, la luz sin ocaso, que transforma el mundo desde sí y con la ayuda de cada uno de nosotros. Que así sea.