28 may 2022

Primeros pasos del anglicanismo en Argentina

Por el Revdo Ariel Irrazábal

arieli@anglicana.org.ar

Introducción

El presente texto analizará, especialmente, mediante cinco pasos el proceso incipiente de la Iglesia Anglicana en lo que hoy conocemos como Argentina.

Los cinco momentos que transito son los siguientes: en primer lugar, hacer una síntesis de la construcción de la Iglesia de Inglaterra. Desde ese marco considerar a la Iglesia de Inglaterra en suelos rioplatenses. Enseguida, en un tercer momento los primeros pasos de la Iglesia con sus ministros y estructuras. Como cuarto paso presento a Allen Francis Gardiner, una figura insoslayable para comprender la acción misionera de la Iglesia en Sudamérica. Finalmente, abordo la cuestión de las misiones a los pueblos originarios.

El objetivo principal del trabajo en navegar en la historia, en una época de construcción, y mediante hechos y personas comprender los elementos fundamentales que configuraron el anglicanismo en Argentina, especialmente en el norte argentino.

El método es narrativo e intencionalmente procura mantener un lenguaje académico pero que no impida su lectura por cualquier persona. La investigación se fundamenta en una base bibliográfica de la historia de la iglesia amplia, incluye autores anglicanos y autores que abordan la historia del cristianismo en general.

Los límites del trabajo son claros. Los temas se presentan de forma concisa, de manera introductoria. Cada punto exige ser profundizado por el lector interesado. El eje conductor que articula las diferentes partes es presentar el modelo anglicano de misión a los pueblos originarios. Hay un énfasis en resaltar figuras que no fueron parte del clero, lo que, de suyo, significa un valor. El lector podrá percibir ejes temáticos importantes y hacerse una idea de algunos jalones que sobresalen en la historia del anglicanismo en Argentina.


1.      Los albores de la Iglesia de Inglaterra

La Reforma inglesa es un proceso genuino y singular que gestada en el crisol del siglo XVI permitió una nueva vivencia del cristianismo y su proyección al futuro. Tiene en John Wyclif, clérigo y teólogo del siglo XIV el antecedente más evidente del proceso de reforma que se desarrollará en Inglaterra. Wyclif tuvo una actividad intelectual intensa, tradujo partes de los textos sagrados al inglés y formó una corriente de pensamiento conocida como “lolardos”. Por su parte, fue el Rey Enrique VIII que mediante el apoyo del Parlamento inglés logró transformarse en la cabeza de la iglesia y del imperio gestando su independencia, la no intervención papal y ofreciendo a sus súbditos un modo específico de rendir culto sin romper la tradición cristiana sin estar en comunión con Roma. Ese paso sería impensado sin la contribución de Thomas Cromwell quien fue el genio pensante que articuló desde la política la relación con la Iglesia, con el Rey Enrique, con el Parlamento y con el Pueblo un sentido de autonomía y nacionalismo que posibilitó las reformas jurídicas necesarias para sustentar las reformas religiosas al modo inglés.

Gestado el proceso de reforma es el arzobispo Thomas Cranmer quien, en cierto sentido, puede ser considerado el padre del anglicanismo sin el peso que puede tener, Lutero para los luteranos., etc. Fue el arquitecto que amalgamó los elementos tradicionales del cristianismo conocidos en el momento con los frutos de la Reforma, aunque influenciado por Calvino y Zwinglio integró al mejor estilo de lo que sucedía en el ámbito académico de Cambridge, las posturas de varios reformadores. Además, transitó el reinado de Enrique, Eduardo y María. En este último fue condenado a la hoguera. Finalmente, la Reina Elizabeth fue la persona que restauro y consolidó el proceso de reforma inglesa. Su prolongado reinado dio estabilidad para enfrentar las crisis y permitir la estabilidad necesaria para que la Reforma se encarnara definitivamente en Inglaterra.


2.      La Iglesia de Inglaterra en suelos rioplatenses

El Tratado de Amistad, Comercio y Navegación del 2 de febrero de 1825 entre los dominios de Su Majestad Británica y los territorios de las Provincias Unidas del Río de la Plata genera un nuevo marco de relación y un nuevo marco para la expresión religiosa de los británicos en tierras americanas.

Reza el Artículo 12:

Los súbditos de S. M. B. residentes en las Provincias Unidas del Río de la Plata no serán inquietados, perseguidos ni molestados por razón de su religión, más gozarán de una perfecta libertad de conciencia en ellas; celebrando el oficio divino, ya dentro sus propias casas, o en sus propias y particulares iglesias o capillas, las que estarán facultadas para edificar y mantener en los sitios convenientes, que sean aprobados por el Gobierno de dichas Provincias Unidas: también será permitido enterrar a los súbditos de S. M. B. que murieren en los territorios de dichas Provincias Unidas, en sus propios cementerios, que podrán del mismo modo libremente establecer y mantener[1].

 

Con este nuevo marco, que es recíproco, es decir que los ciudadanos de las dichas Provincias Unidas gozarán en todos los mismos derechos en los dominios de S. M. B, se abre la posibilidad de la presencia de misioneros.

A propósito de este hecho comenta el Reverendo David George.

Por lo tanto, el Tratado estableció la Iglesia anglicana como la primera comunidad cristiana no católica del país. Claramente, el artículo 12 refleja las actitudes liberales y progresistas que informaban el pensamiento de la época de Rivadavia, y sus amplios criterios que ampararon tanto a anglicanos como a los presbiterianos escoceses, aunque también algunos protestantes alemanes se sumaron y empezaron a asistir a los cultos en el nuevo templo de San Juan Bautista, edificado en 1831… Sin embargo, el artículo no menciona la cuestión de los casamientos por iglesia, ni autoriza al clero anglicano a celebrar las bodas en sus templos. Aunque generoso en sus estipulaciones religiosas para la comunidad extranjera, el artículo no contemplaba ningún tipo de proselitismo y mucho menos un matrimonio del tipo que hoy en día se denomina “mixto”[2].

 

El horizonte de posibilidades y límites queda establecido. Inclusive, el conflicto paradigmático por una boda aconteció en 1832 cuando un joven anglicano de Liverpool se casó con una joven católica de la alta sociedad porteña. El desenlace fue una multa y prisión al pastor norteamericano presbiteriano que ofició la boda, prisión al esposo que recusó convertirse al catolicismo y reclusión a la esposa en la Santa Casa de Ejercicios Espirituales. Cabe mencionar que anterior al Tratado se registran historias similares.

 

3.      Los primeros pasos

Bajo el reinado de Elizabeth un acontecimiento singular aconteció en lo que hoy conocemos como Argentina. Inclusive, cabe ser dicho, que es un acontecimiento desconocido por muchos historiadores quienes acostumbran a colocar el primer culto anglicano en 1824. Por lo tanto,

En este tiempo, mientas la reina –“Suprema Gobernadora de la Iglesia de Inglaterra”– mostraba su temple firme, y al jefe espiritual de la nación se le había quitado el poder, en las remotas aguas del Atlántico del Sur y más precisamente en el año 1578, se llevaba a cabo la primera celebración litúrgica de lo que un día llegaría a llamarse la Iglesia anglicana en un lugar que con los siglos, se convertiría en territorio argentino[3].

 

Hecha esta salvedad nos detenemos en presentar los primeros pasos de la Iglesia anglicana. Sigamos lo que menciona Pablo Deiros:

El primer pastor anglicano residente en Argentina, John Armstrong, se radicó en Buenos Aires en 1825. Venía procedente de Honduras Británicas… sirvió como Capellán de la colectividad británica hasta 1845, cuando se trasladó a Montevideo, quedando su hijo en su lugar. Los anglicanos gozaron de la simpatía del pueblo y las autoridades, en razón de que no se propusieron la evangelización de los católicos. Su labor misionera se orientó hacia los indígenas, la fundación de escuelas y al servicio de la comunidad británica[4].

 

Hay que destacar que además de la atención pastoral a los británicos residentes hay un paso significativo en la misión a los pueblos originarios, sobre este particular me referiré más adelante. Ahora, profundicemos en la figura del Reverendo Armstrong.

Comenta el Reverendo George,

No cabe duda de que el primer capellán nombrado bajo las provisiones del acta de Capellanía Consultar era un hombre destacado que gozaba de la estima de su grey. En primer lugar, Armstrong era representante de una sociedad misionera (Sociedad para la Promoción del Conocimiento Cristiano – SPCK), encargado de la distribución de biblias, viajando en un continente tradicionalmente católico-romano y privado de su mujer y familia, a los que había dejado en Inglaterra.

Para 1871 se registra que 10.533 súbitos británicos vivían en el país, 6.000 de ellos en zonas rurales. En 1869 se consagró al primer obispo de las Islas Malvinas quien estableció su autoridad en su diócesis. En 1875 se revocó el Acta de Capellanía Consular y con ello llegaron empresas y empleados provenientes del Reino Unido[5].


4.      Allen Francis Gardiner

Algunos definen al Capitán Gardiner como un soñador incansable, probablemente sea una adjetivación adecuada. Gardiner, en palabras de Deiros, “fue uno de los misioneros más intrépidos y tenaces que actuaron en el continente, a pesar de todos sus esfuerzos terminaron en frustración y el mismo acabó su vida en forma trágica”[6]. Justo Gonzales presenta sintéticamente a esta figura singular de la siguiente manera:

El primer anglicano que trabajó como misionero en la América Latina fue Allen Gardiner. Este era un capitán de la marina británica que había visitado Chile en el año 1822 y había comenzado a interesarse en el trabajo misionero en aquel lugar. Su obra comenzó entre los araucanos en 1838, pero cuatro años más tarde decidió dedicarse a trabajar en Tierra del Fuego… El barco que debía venir seis meses después con nuevas provisiones nunca llegó, y cuando algunos meses más tarde otro navío fue en busca de ellos encontró que habían muerto de hambre.

El capitán Gardiner había logrado fundar en Inglaterra una “Sociedad misionera patagónica” (luego llevó el nombre de Sociedad Misionera Sudamericana – SAMS) … Además, y cumpliendo el proyecto de Gardiner, en 1863 se estableció en las Islas Malvinas el sacerdote anglicano Stirling, quien seis años después fue consagrado obispo de esas islas. A partir de allí Stirling y los suyos organizaron numerosas misiones a los indios de la argentina. Al mismo tiempo había un activo trabajo entre los inmigrantes de origen anglicano[7].

 

Esta larga cita nos brinda un panorama excepcional. Por una parte, se reconoce en Gardiner, quien había nacido en 1794, un celo por el evangelio y la misión. En este sentido, probablemente, su familia había sido influenciada por el movimiento de John Wesley. Su deseo de predicar y propagar el evangelio puso en su corazón el deseo de las misiones lo que lo llevó a África del Sur, Nueva Guinea, a las islas del Archipiélago índico, Chile, Bolivia, Perú y Argentina.  

Comenta George refiriéndose a Gardiner,

Tal vez en la tradición universal de la Iglesia podríamos incluirlo en esa lista de los “santos locos”, cuyas vidas desafían la comodidad, la timidez y la indolencia de cristianos más convencionales. Gardiner escribió su propio epitafio el 4 de julio de 1851, dos meses antes de morir en Puerto Español: “Oro para que el Señor mi Dios sea glorificado en mí, en cualquier cosa que nos ocurra en la vida o en la muerte”[8].

 

Figuras como la de Gardiner continúan provocando a la Iglesia a salir de su lugar de confort y ser efectivamente signo del Reino de Dios al interior de la historia.


5.      Misión a los pueblos originarios

Me acerco a un punto muy específico de este texto, hemos considerado los inicios de la reforma en Inglaterra, los albores del anglicanismo en Argentina, hemos destacado la figura de Allen Gardiner. Ahora profundizo un aspecto, hago una suerte de recorte, en lo que llamaré la misión a los pueblos originarios. Iniciaré considerando un marco global que nos brinda el encuadre general de la presencia anglicana entre los pueblos indígenas.

En 1911, año que prácticamente marcó el fin de la misión en Tierra del Fuego, la Iglesia anglicana volvió a hacer contactos con indígenas argentinos, pero en la otra punta del país: el Chaco… Barbrooke Grubb se puso a trabajar metódicamente con un equipo de misioneros experimentados, con la colaboración de la empresa inglesa azucarera, Leach Hnos, que empleaba a los indígenas en la cosecha. Tuvo la asistencia de un capellán, el Rvdo. H.T. Morrey Jones, quien pastoreaba la comunidad inglesa en Jujuy. El equipo se dedicó a un largo período de preparación, y se concentró en el pueblo wichí (antes conocido como “mataco”), por ser éste numeroso y completamente pagano[9].

 Grubb de trasfondo anglicano evangélico, junto a los otros misioneros, tomó tiempo para dominar el idioma y conocer la cultura de la tribu, comprender su cosmovisión. Para 1918 cerca de 150 personas vivían en Algarrobal, en el recinto misionero. “Bajo la supervisión de los misioneros, los Wichí aprendieron nociones de ganadería, carpintería, manejo de carros, arado, cómo cercar, construir casas, cortar y aserrar árboles, curtir y coser el cuero. Las mujeres recibieron instrucción en los trabajos domésticos, lechería y manualidades”[10].

Además, luego de una larga y paciente preparación catequística, ocho conversos fueron bautizados por el obispo Every en 1922, para su mayor alegría en el día mismo de su cumpleaños. El obispo describió su visita a la misión chaqueña como “muy interesante porque nunca me ha tocado ver una misión indígena antes que tuviera una existencia real”… Como era la práctica de aquella época, la conversión y posterior bautismo de los Wichí marcaron el primer paso antes de la plena incorporación en la vida sacramental de la Iglesia…[11].

 

Uno de los compañeros de Grubb fue Hunt, dice:

“Los wichí han aprendido del argentino algunos de los artes de la vida, y saben decir “Dios” y “diablo”. Pero éstos son para ellos nada más que palabras sin significado, nubes sin agua, árboles sin fruta”…

Hunt reconoció la importancia de sentarse con la gente y hacerse su compañero, sin juzgar ni condenarles, pero más bien aprendiendo su forma de pensar y vivir, hablando su idioma, comprendiendo su visión del mundo; y esta perspectiva sostuvo y reforzó la obra de los pioneros. Sentían que Dios le había llamado a demostrar entre los indígenas argentinos el mismo mensaje, las mismas buenas nuevas, que habían impactado tanto las vidas de los Énvet del Paraguay; realmente fue el momento clave en la historia de los wichí. Su amor a la gente, su compañerismo, junto con su dedicación y confianza en Dios, iban a cumplir la resolución de la SAMS del 26 de octubre de 1910[12].

                                     Estas consideraciones muestran el contenido y el método de la acción misionera de los primeros evangelizadores junto a los pueblos originarios. Parece ser que lo determinante es el “estar”. Estar junto a ellos, en sus vivencias y trabajos. No hay un a priori determinante o un objetivo que alcanzar. Es desde la vivencia compartida, “estando”, que sucede la maravilla de la comunicación de la fe. Es una suerte de testimonio pasivo, silencioso, que permite que emerja la presencia ya actuante de Dios. Todo ello gestó que en el momento oportuno se pudiera compartir el texto sagrado en el idioma propio de cada pueblo indígena. La buena noticia del evangelio brota de la vida misma y se hace voz cuando la palabra de la vida humana se encuentra con la Palabra de vida que ofrece Dios e ilumina la historia compartida.

Un resumen extraordinario de la presencia anglicana junto a los indígenas y de cómo sucede el proceso del “estar” para estar en Dios lo comenta el Obispo Anglicano David Leake, hijo de misionero, quien recuerda que sus primeros juegos fueron con niños Tobas, que su primera lengua y cultura fue la Toba en su autobiografía[13] dice de su padre:

Además del aprendizaje práctico de idiomas y la orientación cultural, Alfred también participó en la preparación y construcción de viviendas más permanentes. A diferencia de los compañeros de misión de hoy en día, no tenía estudios lingüísticos y mucho menos un curso de antropología social o misionología. Sin embargo, parece haber estado dotado de una profundidad de sentido común santificado en su enfoque de su trabajo y su identificación con los indios (Traducción libre y dinámica) [14].

               Probablemente aquí radique la especificidad misionera anglicana a los pueblos indígenas. Es una evangelización encarnada en la vida, en sus palabras y en sus silencios. Es una evangelización centrada en la cercanía de Dios mediante la cotidianidad. Si de alguna manera se puede distinguir teológicamente entre ser y estar, aquí, el rasgo que se comunica vivencialmente de Dios es de un Dios que está, que acampa con su pueblo, que hace su morada en medio de ellos. El misterio de la cercanía de Dios acontece en la cercanía mediada por la presencia del otro.

 

Conclusiones

1.    La Iglesia de Inglaterra tiene un proceso singular en su génesis y configuración. Cinco figuras merecen ser mencionadas de manera especial. De entre estas cinco algunas aportaron elementos políticos, otros teológicos, otros espirituales. Pero, ciertamente la Iglesia de Inglaterra no sería tal sin la Reina Elizabeth. Fue bajo su reinado que se celebró el primer culto según el orden del Libro de Oración Común en lo que hoy conocemos por Argentina.

2.  El Tratado de Amistad, Comercio y Navegación del 2 de febrero de 1825 entre los dominios de Su Majestad Británica y los territorios de las Provincias Unidas del Río de la Plata genera un nuevo marco de relación internacional y para la expresión religiosa de los británicos en tierras sudamericanas.

3.   El primer pastor anglicano residente en Argentina fue el Reverendo John Armstrong quien se radicó en Buenos Aires en 1825. En los comienzos de la presencia anglicana se puede afirmar que gozaban de la simpatía del pueblo y las autoridades, debido a que no se propusieron la evangelización de los católicos. Su labor misionera se orientó hacia los indígenas, la fundación de escuelas y al servicio de la comunidad británica.

4.   Una figura singular es la del Capitán Allen Francis Gardiner. Su fervor misionero, su liderazgo y su capacidad para organizar la Sociedad Misionera Sudamericana (SAMS) significó en primer lugar el comienzo de la presencia evangelizadora entre los pueblos indígenas, pero, en un segundo momento, la posibilidad de recursos de permitieron, efectivamente, la labor misionera y su permanencia en el tiempo. Sin un visionario de esa naturaleza hubiera sido imposible llegar al lugar relevante que la Iglesia Anglicana tiene entre algunos pueblos indígenas del norte argentino.

5.  La misión a los pueblos indígenas, especialmente Wichís y Tobas, es la marca de la presencia evangelizadora anglicana en Argentina. Misión marcada por la cercanía, el aprendizaje del idioma y la traducción de los textos sagrados a los mismos. Desde una teología de la encarnación Dios está en medio del pueblo.

6.    Los caminos continúan abiertos y la historia se sigue construyendo. La historia es un proceso dinámico que alberga en su interior la irrupción de Dios como Señor de la vida y de la historia. No perdamos la oportunidad de ser parte de ella.

Altar de la Iglesia Anglicana de Quilmes

Bibliografía

DEIROS, Pablo A. Historia del cristianismo – El Testimonio Protestante en América latina. Ediciones del Centro, Bs. As., 2012.

GEORGE, David. Historia de la Iglesia Anglicana en Argentina. Ed. Epifanía, Bs. As. 2010.

GONZALES, Justo L. Historia de las misiones. Editorial La Aurora, Bs. As., 1970.

LEAKE, David. Under and algarrobo tree. Loxwood Press, Worthing, 2012.

LUNT, Roberto. Cien años de la misión anglicana en el norte argentino. 1911 – 2011. Un motivo para celebrar. Edición: Diócesis de la Iglesia Anglicana en el Norte Argentino. Salta, 2011.



[2] GEORGE, David. Historia de la Iglesia Anglicana en Argentina. Ed. Epifanía, Bs. As. 2010, 10 – 11.

[3] GEORGE, David. Historia de la Iglesia Anglicana en Argentina. Ed. Epifanía, Bs. As., 2010, 7.

[4] DEIROS, Pablo A. Historia del cristianismo – El Testimonio Protestante en América latina. Ediciones del Centro, Bs. As., 2012, 130.

[5] GEORGE, David. Historia de la Iglesia Anglicana en Argentina. Ed. Epifanía, Bs. As., 2010, 16.

[6] DEIROS, Pablo A. Historia del cristianismo – El Testimonio Protestante en América latina. Ediciones del Centro, Bs. As., 2012, 130.

[7] GONZALES, Justo L. Historia de las misiones. Editorial La Aurora, Bs. As., 1970, 336 – 337.

[8] GEORGE, David. Historia de la Iglesia Anglicana en Argentina. Ed. Epifanía, Bs. As., 2010, 25.

[9] GEORGE, David. Historia de la Iglesia Anglicana en Argentina. Ed. Epifanía, Bs. As., 2010, 68.

[10] GEORGE, David. Historia de la Iglesia Anglicana en Argentina. Ed. Epifanía, Bs. As., 2010, 70.

[11] GEORGE, David. Historia de la Iglesia Anglicana en Argentina. Ed. Epifanía, Bs. As., 2010, 70.

[12] LUNT, Roberto. Cien años de la misión anglicana en el norte argentino. 1911 – 2011. Un motivo para celebrar. Edición: Diócesis de la Iglesia Anglicana en el Norte Argentino. Salta, 2011, 17 – 18.

[13] LEAKE, David. Under and algarrobo tree. Loxwood Press, Worthing, 2012, 26.

[14] Alongside hands-on language learning and cultural orientation, Alfred was also involved in the preparation and building of more permanent dwellings. Unlike modern-day mission partners, he had no linguistic studies and much less a course in social anthropology or missiology. Yet he seems to have been endowed with a depth of sanctified common sense in his approach to his work and his identification with the Indians